SANTO DOMINGO.- El penúltimo de los grandes capitanes que han comandado los Tigres del Licey, tiene un nicho en el lugar que le corresponde en su majestuoso paso por la historia del béisbol invernal: en el Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano.
Ronnie Belliard fue exaltado a la inmortalidad deportiva en un inédito ceremonial virtual, obligado por la pandemia de coronavirus, el número 54 ininterrumpido desde 1967, al que su Comité Permanente se vio compelido a realizar, con una hora por separado entre cada uno de los nueve inmortalizados en clase de 2020. Fue el viernes 27 de noviembre, el correspondiente a 2020.
En su elevación al podio de los inmortales, el primer gran capitán del Siglo XXI (en el pasado fue Pedro González y el presente Emilio Bonifacio), Ronnie se tornó pródigo en agradecimientos a progenitores, familiares, allegados, pero de manera especial con el equipo de sus colores en la pelota criolla y sus seguidores, a los que apeló con una frase lapidaria: “Y recuerden, que yo siempre seré su eterno capitán azul”
“Profundamente agradecido de los Tigres del Licey: mi corazón era azul desde antes de jugar con el equipo azul”, leyó desde el podio, ataviado con la ancha cinta verde que identifica al ceremonial, cayendo en sus pectorales desde su cuello y la medalla alusiva colgada en el centro.
“Mi carrera, mi sudor y mi corazón se los dediqué a los Tigres del Licey; gracias a todas las gerencias que pasaron durante toda mi carrera en mi eterno equipo azul” y mencionó a Fernando Ravelo”, para luego incluir a la por muchos años encargadas de relaciones públicas del conjunto, Elvira Trinidad, “a la Familia Busto y un sinnúmero de personas más”.
“Estoy eternamente agradecido de la fanaticada de Ronnie Belliard, por apoyarme en las buenas y en las malas; y a muchos más, la fanaticada azul, porque es la más exigente, pero la mejor de la República Dominicana”, sentenció.
No podía faltar en sus palabras el aprecio al staff del Pabellón de la Fama con su actual presidente a la cabeza, el doctor Dionisio Guzmán.
“Agradezco a todos los periodistas y cronistas deportivos por valorar siempre mi trabajo”, dejó para quienes fue uno de los mimados en la pelota invernal y a los que respondió y aún responde de manera abierta.
Y de retorno a los elevados a la inmortalidad, planteó que es un gran honor estar al lado de su padre y de todas esas grandes leyendas exaltadas al Pabellón de la Fama, con los que espera ser un ejemplo de vida.
“Y recuerden, que yo siempre seré su eterno capitán azul”, cerró su capítulo referente al conjunto con el que contribuyó a la conquista de cinco coronas de las 22 logradas por el Licey desde 1951, el máximo ganador del circuito.
Sus padres y la familia
Belliard comenzó su discurso recordando que nació en Nueva York, pero “criado” en el Ensanche La Fe y el barrio Cristo Rey, ambos sectores de Santo Domingo.
“Le doy las gracias a mi bella madre, doña Milagros del Orbe, por haberse esforzado tanto para que yo llegara hasta donde llegué: estoy muy agradecido de ti, mami”, dijo a su progenitora, sin quizás, ofrendándole gran parte del valor por haber servido durante 13 años en seis equipos de Grandes Ligas, hasta 2011.
“Agradecido de mi padre, don Diógenes Belliard”, dijo al papá, quien fungió como edecán y con el que comparte nicho en el Pabellón de la Fama, exaltado en 2005 por haber sido una estrella del béisbol amateur, lo mismo en softbol. Con ambas disciplinas conformó la selección nacional.
“Siempre quise ser como tú; por eso me ponía tu uniforme con tan solo diez años”, continuó hablando de su padre, a quien terminó agradeciendo por “todos los consejos que me diste y que no has dejado de darme”.
Entregó créditos a su esposa Eridania Belliard por haberlo apoyado en toda su carrera, “por ser mi columna principal y por haber estado en las buenas y en las malas”. “También orgulloso de mis cuatro hijos: Rachel, Ronnie, Milenia, Mathews, ustedes han sido los que me dieron las fuerzas y la motivación para yo seguir adelante”, les dijo.
Siguió con sus hermanos por el apoyo incondicional que asegura, le dieron: Junior, Geovanny, Belliardsito, Julio César y María.
“Estoy muy agradecido de José Miguel Bonetti, padre, porque en el play de La Manicera fue en donde encontré mi pasión y el amor por el béisbol”, continuó. Por igual, a todas las ligas (Payero, Heredia, Veras y Mercedes), donde se fue desarrollando como pelotero.
No pasó por alto agradecer a la organización Cerveceros de Milwaukee, por haberlo escogido en el draft de Estados Unidos y darle la oportunidad de jugar en las Grandes Ligas del béisbol, donde también lo hizo para los Rockies de Colorado, Indios de Cleveland, Cardenales de San Luis, Nacionales de Washington y Dodgers de Los Ángeles.
También se expresó “profundamente agradecido” de los coaches que les aportaron “su granito de arena”, como José Nova, Carlos Ochoa, el Salón de la Fama de Cooperstown, el panameño Rod Carew y a un sinnúmero de ellos, “que fueron muchos”, ño mismo que a los trainers, doctores, clubies (manejadores de club house) y compañeros de equipo.
Con Belliard fueron exaltados en el ceremonial de 2020 como propulsores, el empresario don José León Asencio y Rolando Miranda; los también beisbolistas Mendy López y Aramis Ramírez (que compartió breves momento con Ronnie en el Licey); los baloncestistas Soterio Ramírez y Víctor Chacón; la tenimesista Blanca Iris Alejo; el boxeador Manuel de Jesús “el Olímpico” Herrera; y el velocista (atletismo) Carlos Joelín Santa.