Nueva York.- En una conversación íntima y sin filtros, Romeo Santos y Prince Royce, dos de las figuras más influyentes de la música latina, reflexionaron sobre el papel de los artistas frente a temas políticos sensibles como la inmigración en Estados Unidos, así como sobre la histórica subvaloración de la bachata en la industria musical global.
Las declaraciones fueron ofrecidas durante su participación en el podcast Popcast, de The New York Times, donde ambos coincidieron en que abrir espacios para la música latina ha sido un proceso lento, pero constante, que hoy comienza a rendir frutos.
Romeo, considerado el máximo exponente de la bachata moderna, reconoció que el éxito internacional del género impulsado por fenómenos como “Despacito”, Bad Bunny, J Balvin o colaboraciones con artistas anglos ha generado satisfacción, aunque no plena.
“Hay un 70 % de satisfacción por el éxito, los hits, los clásicos. Pero todavía queda un 30 % de frustración”, confesó.

Ese porcentaje pendiente, explicó, tiene nombre propio: la falta de reconocimiento estructural hacia la bachata.
Para Santos, el género sigue siendo infravalorado, incluso en escenarios donde otros ritmos latinos ya han logrado posicionarse.
“Somos neoyorquinos. Hemos llenado estadios, agotado giras, tenemos récords en listas tropicales… ¿y por qué nunca nos han invitado a tocar en Saturday Night Live?”, cuestionó.
“No se trata solo de un programa, sino de lo que representa como plataforma cultural”.
El artista también puso sobre la mesa una de sus mayores inconformidades con la industria: la ausencia de una categoría específica de bachata en los premios Grammy.

“No puedo comprender que no exista una categoría dedicada al género. ¿Cómo puede juzgar nuestra música gente que no la entiende?”, planteó.
Prince Royce respaldó el planteamiento y destacó que, al igual que el reguetón o los corridos tumbados, la bachata merece su propio “momento pop” sin tener que diluirse en otras categorías o estilos para ser validada.
La política migratoria de Trump
Más allá de la música, la conversación derivó hacia el rol social de los artistas, especialmente en tiempos de polarización política y discursos antiinmigrantes, como los impulsados durante la administración de Donald Trump.
Romeo recordó su origen como hijo de inmigrantes dominicanos y su crianza en el Bronx, subrayando que su identidad es dual.
“Me siento 100 % estadounidense y 100 % dominicano. Representar a mi familia y a la comunidad latina siempre ha sido importante para mí”, afirmó.
Sin embargo, el cantante reconoció que su postura ha evolucionado con el tiempo. Aunque en el pasado se expresó públicamente contra Trump, hoy considera que los artistas deben ser más conscientes del impacto de sus palabras.
“No me arrepiento de ser quien soy, pero ahora pienso que los músicos deberían enfocarse más en hacer música y predicar con el ejemplo”, señaló.
La paternidad, explicó, influyó en ese cambio de visión.
“Cuando te haces mayor y tienes hijos, empiezas a preguntarte si quieres que ellos repitan exactamente tus pasos. Eso te obliga a reflexionar”.
A lo largo del diálogo, ambos artistas coincidieron en que la música latina vive un momento histórico de expansión, pero aún enfrenta barreras invisibles dentro de la industria cultural estadounidense.
Barreras que no se miden solo en premios o escenarios, sino en representación, respeto y comprensión real de sus raíces.