SANTO DOMINGO.- Un profeta es, desde la óptica del padre Rogelio Cruz, aquel que anuncia y denuncia.
Él se cansó de lo primero e hizo de lo segundo una vocación de vida.
Conversando en EL DÍA para esta serie, detalló las motivaciones de su forma de ser al declarar que no concibe el sacerdocio sin compromiso social.
“¿Cómo hablarle de Dios al que tiene hambre? ¿Cómo hablarle de Dios al que le están violando sus derechos?”, se pregunta con la serenidad de quien ya encontró la respuesta: servir.
Su paso por México en sus primeros años de vida, lo llevó a encontrarse con la teología de la liberación, corriente que marcaría toda su visión pastoral.

Salir de la Iglesia católica —asegura— le permitió ser él
“Lo que Jesús hizo fue eso —dice con la ligereza que le caracteriza—. Pero la Iglesia se alejó del pensamiento originario de Jesús y convirtió la religión en un negocio”.
Hace mucho que perdió la cuenta de los señalamientos en su contra: hereje, luterano, protestante…
“Más que luterana, es de Jesús”, responde sin dudar. “Jesús no hacía cosas en beneficio de él, sino en
beneficio de los que lo necesitaban”.
Cita el pasaje de las bodas de Caná para ilustrar su visión: “Jesús transformó el agua en vino, pero no para sí, sino para los demás. Eso hay que estudiarlo y entenderlo”.
Entre el pueblo y la cárcel
En su historia sobran los momentos de tensión. Ha marchado, ha ocupado instituciones públicas y ha sido apresado más de una vez.
Cita una experiencia reciente en Samaná, donde tres campesinos fueron arrestados. “Yo les dije: denme a esas tres gentes, yo me los llevo y mañana los traigo. No quisieron. Entonces les dije: no hay problema, aquí en lugar de tres somos cuatro. Yo soy un preso voluntario.”
Se ha enfrentado a militares, ha entrado al Congreso violando la seguridad y ha dormido en celdas junto a campesinos.
“Una vez me dijeron que no podía poner un letrero en loma Miranda. Tenían un M-16 en la mano. Les dije: si me vas a matar, dame un tiro ahí, y te vas con la satisfacción de que mataste a un hombre.”
El tipo se quitó. Rogelio se quedó.
La confusión
Según narra, en una ocasión alguien perdió la vida al ser confundido con él. “No tengo miedo”, dice con
una sonrisa serena. “Cuando me elogian demasiado, eso no me engrandece, me hace más humilde. Quien se pone debajo de la luz queda más al descubierto.”
Para él, ser figura pública no es motivo de orgullo, sino de compromiso. No hace las cosas para que los demás la vean, sino porque tienen que hacerse.
Su método de lucha combina fe y estrategia. “Estudié sociología para entender cómo funciona la sociedad y cómo puedo actuar con eficacia.”
Recuerda una de sus acciones más audaces: la ocupación de Bienes Nacionales.
“A las diez de la mañana dijimos: Bienes Nacionales está ocupado. Éramos más de 200 personas. Cuando me fueron a agarrar, fueron unas viejas las que me salvaron.”
Sin privilegios
Tras su salida de la Iglesia católica tradicional y su integración a la Iglesia católica apostólica brasileña, dice haber ganado algo que para él vale más que cualquier investidura: libertad.
“Gané la posibilidad de ser yo, de seguir siendo Rogelio. Gané una libertad absoluta.”
Lo dice con el aplomo de quien ha vivido persecuciones y señalamientos, pero también con la paz de quien ya no tiene que rendir cuentas.
“¿Por qué tú tienes que andar con tantos privilegios?”, cuestiona. “Si tengo que coger un carro público, lo cojo. Si no hay que comer, no como.
¿Cuál es el problema?”, dice el hombre que se presentó a esta redacción con hambre y deseos de comer
arroz con habichuelas tras conducir desde La Vega a Santo Domingo a una hora avanzada de la tarde y
sin, precisamente, haber almorzado.
Comunicación
Su modelo de comunidad rompe con la verticalidad del sistema religioso. “Es como devolver la religión al pueblo”, afirma. “Allá todo el mundo participa. Rogelio no tiene la última palabra. Es un sistema de comunicación entre todos y todas.” Actualmente, coordina a 28 sacerdotes, pero asegura que no ejerce autoridad sobre ellos: “No ando pugnizando ni castigando. Si entiendes que eso es lo que tienes que hacer, hazlo, pero hazlo bien.” Para Rogelio, el poder no se mide en cargos ni en títulos, sino en tener la verdad.
De sus estudios de sociología extrajo una enseñanza vital: nunca aceptar que las cosas sólo se pueden
hacer de una manera. “No me digas cómo hacer las cosas”, advierte. “Yo tengo cinco maneras totalmente
diferentes.”
Perfil
Nombre:
Rogelio Cruz
Cargo: Sacerdote
Detalle: Ha combinado su vida entre el sacerdocio y las luchas sociales, lo que le ha llevado a ser
amado y odiado con igual intensidad.Este artículo fue publicado originalmente en El Día