Hace poco hablaba de que no hay que intentar cambiar a las otras personas. Incluso, muchas veces nosotros mismos somos incapaces de hacerlo.
Pero lo que he descubierto es lo cierta que es la frase que dice: “Si quieres resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”. Y me quedé pensando…
Solemos quejarnos, darnos de bruces contra la misma pared una y mil veces.
Nos mantenemos firmes en nuestra razón y forma de ser, esperando que esa muralla en algún momento caiga. Pues resulta que no lo va a hacer.
Eres tú el que tiene que buscar la forma de rodearla, saltarla, hacerle un hueco… Para eso no es que tengas que cambiar. Simplemente tienes que actuar de una manera diferente y encontrar la forma de hacerlo sin perder tu esencia en el camino.
Lo más maravilloso de todo esto es que cuando esas murallas tienen nombre de persona y están acostumbrados a que actúes y seas de una manera, cuando actúas diferente de forma inesperada, el resultado suele ser inmediato y la mayoría de las veces positivo.
Piénsalo. Si tu lucha diaria con alguien es que haga una cosa de cierta manera, no lo logras y siempre pelean, ¿hasta qué punto es eso determinante en su vida? Y, si realmente lo es, trata de acompañarlo o de hacerlo tú mismo… ¡Sí! Porque te pregunto algo: ¿prefieres una pelea diaria o una paz duradera (aun sabiendo que la razón está de su parte)? Yo tengo la respuesta muy clara.
Y desde que he asumido esta idea, les aseguro que se han removido muchos cimientos a mi alrededor, en diferentes áreas.
Y que conste que algunas de esas acciones diferentes han consistido en poner límites, porque la idea es obtener resultados diferentes.
