Nuestros hijos y las otras personas nos respetan por admiración y/o por miedo. El respeto es la veneración, aprecio y reconocimiento que se tiene por alguien o por algo.  Miedo es la sensación de angustia o desconfianza por la presencia de un peligro.  Son sentimientos tan disímiles que chocan entre sí y, sin embargo, la línea que los divide es muy fina.

El respeto se aprende, el miedo se enseña. El respeto es consciente, el miedo es instintivo. El respeto activa, el miedo paraliza. Respetar es ser tolerante, tener miedo es la máxima expresión de cobardía.  Se respeta lo que se conoce, se teme lo que se ignora.

El respeto es una sana convivencia, el miedo es convivir con el peligro en ausencia del arrojo.  Con el respeto tu cedes por lo que tienes en abundancia (humildad), ofreces por lo que es tu orgullo (dignidad) y disfrutas un sentimiento de reciprocidad (reconocimiento).  Eres respetado cuando tú respetas.  Como dijo Juárez, es la paz.

Por eso el amor y el respeto van de la mano, pero cuando quienes nos rodean los disocian sólo tenemos para ellos la mejor frase: ¨Quiéreme si tú quieres, pero estás obligado a respetarme¨.