Repensar la globalización caribeña

Repensar la globalización caribeña

Repensar la globalización caribeña

Federico Alberto Cuello

El 15.6.2021 el prestigioso colegio Arthur Lewis de Santa Lucía sirvió de foro para repensar la globalización.

Participantes de todo el mundo compartieron sus ideas más provocativas sobre la región caribeña, cuya vulnerabilidad ante el choque sanitario expuso sus necesidades de resiliencia.

Me pidieron evaluar la situación desde el punto de vista de mis actuales funciones diplomáticas.
Corea del Sur y Singapur se forjaron en un crisol que no les deja más alternativa que avanzar en todos los frentes para sobrevivir en una región de vecinos difíciles.

Tres grandes potencias circundan a Corea y su rivalidad explica la partición que sufre desde la segunda guerra mundial en el paralelo 37.

Singapur fue expulsada de la federación malaya por reclamar la simple igualdad de todos sin distinción racial, siendo como es un pequeño territorio de 650 Km2 con población mayoritariamente de origen chino.

Ambos países avanzaron sin parar desde los 1960s hasta ocupar puestos de liderazgo en todos los frentes, preparándolos para enfrentar y superar cuantas crisis han sufrido desde entonces. Ambos son ejemplo de lo que necesita el Caribe: resiliencia.

Sus altísimos niveles de reservas internacionales aseguran la estabilidad cambiaria. Su diversificación económica garantiza flujos comerciales continuos en las buenas y en las malas. Su pertenencia a una amplia red de acuerdos comerciales asegura suministros de bienes y servicios esenciales para industrias y consumidores.

La igualdad de oportunidades permite el disfrute de servicios públicos de clase mundial, con sistemas educativos de excelencia y sistemas sanitarios que supieron contener el contagio y minimizar las muertes por Covid-19.

Imitar a Corea y Singapur no es imposible. Fue precisamente un premio nóbel caribeño, Arthur Lewis, quien propuso la estrategia de desarrollo económico que siguieron.
Urge diversificar la economía caribeña. Su patrón de comercio no es resiliente ni sostenible pues depende del banano, el turismo y la banca “off-shore”, actividades amenazadas por factores exógenos.

El banano depende del margen de preferencias que existe entre nuestro EPA y el negociado por socios latinoamericanos más competitivos, margen que desaparecerá al término del período de transición y con él la competitividad del banano convencional caribeño.

El turismo deberá cambiar de modelo de negocios para atender a un público menos sensible a los choques. Segmentos minoritarios pero crecientes y rentables del modelo dominicano siguieron funcionando durante la pandemia. El Caribe puede posicionarse mejor para atenderlos con éxito.

Y la banca “off-shore” está a la defensiva desde la crisis financiera del 2008, cuando comenzó la lucha contra los paraísos fiscales.

El Caribe necesita confrontar su vulnerabilidad con decisión. La región necesita alcanzar la resiliencia cuanto antes. Por estar expuesta a los desastres naturales, por las decisiones políticas que urge reconsiderar y por la necesidad de emprendimiento en las MIPYMES, donde se generan más empleos.

Y sobre todo, por los muchos retrasos en fortalecer los lazos que debieran permitirnos depender más de nosotros que de los otros.

Sólo integrados tendrán sustento las MIPYMES, desarrollando cadenas de valor intrarregionales y dando al Caribe la resiliencia requerida frente a una globalización hostil a sus intereses.



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