José David Figueroa Agosto estrujó en la cara a los dominicanos lo fácil que una persona con dinero proveniente de actividades delictivas penetra en los altos círculos sociales.
Durante años fue parte del lujoso entramado social de una generación heredera del bienestar construido por sus padres.
Su uso impúdico del dinero no generaba repulsa, por el contrario; atraía simpatías y acogida en sectores clase media alta y alta, así como simpatías de autoridades civiles y militares.
Lo más desconcertante del caso Figueroa Agosto fue que vivió por años mezclado con esos grupos sociales siendo un activo narcotraficante y que incluso antes de llegar a República Dominicana había sido condenado por sus actividades delictivas.
Las actuales autoridades antinarcóticos han sorprendido con el arresto de varios jefes de poderosas estructuras mafiosas europeas, que habían llegado al descaro de amenazar al primer ministro de Holanda y a miembros de la familia real del reino de los Países Bajos.
Uno de ellos estaba tan adentrado en círculos sociales que hace recordar lo que pasó con Figueroa Agosto.
Con los lujos que hasta ahora han salido a relucir, no hay forma de que durante más de diez años ellos pasaran desapercibidos y que fuera ahora que se les detuviera.
Con el paso de los días estaremos descubriendo detalles de la vida de lujo que llevaban estos detenidos holandeses, narcotraficantes miembros de dos bandas de gran reconocimiento como criminales en Europa.
La sociedad dominicana tiene mucho que aprender de casos como estos e impedir que se repitan cada cierto tiempo.