La información, qué duda cabe, ostenta una función de trascendental importancia en la sociedad actual, en cuya dinámica socioeconómica, jurídicopolítica y cultural los medios de comunicación, tanto convencionales como digitales, no son solo testigos de la época, sino que además juegan un rol relevante en la denuncia y el señalamiento de los grandes problemas de la sociedad, así como en la restauración de sus heridas y en la construcción de la esperanza en un mundo mejor.
Los medios de comunicación, pues, no solo reflejan los tiempos, sino que, además, construyen épocas.
En ese tenor, que exalta la función del periodismo como actividad ética y profesional, el fotoperiodismo, la constatación gráfica, visual de los hechos noticiosos constituye la pieza angular por medio de la cual, la objetividad y la verdad se mantienen menos amenazadas, en un tiempo en el que las noticias falsas han subyugado el espíritu libertario de la palabra y la concreción de los acontecimientos, mientras su alcance se cubre con un velo de sospecha e intereses mezquinos, hasta pretender la construcción de una realidad distinta, enmascarada, aunque lastimeramente útil y eficaz a los intereses espúreos y a las fuerzas oscuras que mantienen en vilo los cimientos de la institucionalidad democrática en las naciones.
El fotoperiodismo y la fuerza testimonial de la imagen generan una enorme repercusión en las audiencias. Esta premiación respalda la credibilidad de la imagen fotográfica en la actividad informativa, despojándola de la crisis de legitimidad en que, un uso ideológicamente interesado y manipulador de las nuevas tecnologías y el medio digital, pudo haberla hundido; o bien, se esfuerza todavía en hundirla.
En un mundo globalizado, la fotografía, como manera de mirar, puede ser comprendida por toda la humanidad.
El contexto social y cultural en que desarrolla su labor el fotoperiodista está vigilado o condicionado por aspectos de la contemporaneidad como las grandes revoluciones tecnológicas y mediáticas, la supremacía del mundo “online” sobre el mundo “offline”, los cambios culturales y de los patrones de consumo; la velocidad, ubicuidad o simultaneidad del lenguaje informativo inherente al recurso digital, individual, móvil, que presenta un nuevo rostro del llamado tiempo real; la clonación y la falsificación como desviaciones y fragilidades inherentes a una sociedad signada por la hiperinformación, la hiperconectividad y la degradación de la credibilidad en la industria de la información, devenida, en tantas ocasiones penosas, en industria de la desinformación.
El volumen se convierte en amenaza de la veracidad. Para solo indicar un ejemplo, en el año 2013 existían ya más de 500,000 millones de fotografías en el mundo, y en los próximos tres o cuatro años habremos producido más imágenes fotográficas que las que se hicieron en toda la historia de la humanidad.
Aun en este difícil contexto, en el que el periodismo ciudadano, espontáneo, basado en el uso instintivo, a veces reñido con la bondad, de un artefacto móvil que alimenta las redes sociales y el medio digital, debemos reafirmar la creencia en la profesionalidad ética y en la invaluable importancia del periodismo, y en este, del fotoperiodismo, en tanto que columna vertebral de la libertad de expresión, para el fortalecimiento de la institucionalidad democrática y el respeto a los derechos fundamentales de la ciudadanía. La prensa libre es el pulmón batiente de la vida democrática de los pueblos.
APEC, como alta casa de estudios, su programa APEC Cultural y el Banco Popular Dominicano, sostén auspiciador de la iniciativa desde el primer momento, han convocado recientemente a la tercera edición del Premio APEC al Fotoperiodismo.
En las ediciones precedentes fueron reconocidos los trabajos de jóvenes reporteros gráficos de prestigiosos medios de comunicación del país. ¡Enhorabuena!