Relaciones sexuales: sin ganas o por compromiso

Relaciones sexuales: sin ganas o por compromiso

Relaciones sexuales: sin ganas o por compromiso

Mantener relaciones sexuales sin ganas o por compromiso no es algo del pasado. Son muchas las mujeres jóvenes, más de un 57%, que confiesan haber vivido esta situación. También revelan que la penetración es la práctica sexual más habitual, un 74%; y el sexting ( envío de imágenes o vídeos de contenido sexual a través de teléfonos o dispositivos electrónicos) no les es ajeno a más del 37%.

Así se desprende de un reciente informe publicado por el Instituto de las Mujeres. Es el resultado de una encuesta, realizada a 1.516 mujeres de entre 18 y 25 años, y un estudio cualitativo con grupos de discusión y escucha de redes.

El estudio “Sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español. Percepciones subjetivas e impacto de la formación” incide sobre los aspectos que más preocupan a las chicas y muestra los cambios experimentados frente al sexo y las conductas o creencias que todavía permanecen.

Así sitúa el foco en la vigencia de roles y estereotipos de género, violencias sexuales o el efecto de la desinformación asociada a la pornografía y las redes sociales que perpetúan actitudes y prácticas sexistas generadoras de desigualdad.

Hábitos y prácticas

Este apartado ha buscado comprender el modo en que practican, viven o se relacionan con el sexo y el placer sexual las jóvenes españolas.

El primer dato destacable es que la práctica más habitual entre las entrevistadas es la penetración vaginal (74,6%), por encima de la autoestimulación (66,5%).

El sexo con otra persona sin penetración es el siguiente tipo de práctica más mencionada por las jóvenes (52,4%), seguida en último lugar por la penetración anal (25,1%).

Por su parte, un 11,7% declara no haber mantenido nunca relaciones o prácticas sexuales de ningún tipo.

Sobre la frecuencia de sus relaciones sexuales con otra persona, la respuesta más habitual de las jóvenes es varias veces a la semana (33%). Le siguen quienes señalan una periodicidad de carácter semanal (22,6%) y mensual (19,8%).

Un 20,7% menciona una menor frecuencia y un 3,9% afirma mantener relaciones sexuales de manera diaria.

jóvenes relaciones sexuales
Gráfica informe Instituto de las Mujeres

El informe llama también la atención sobre el hecho de que un 57,7% de las entrevistadas declara haber mantenido relaciones sexuales sin ganas o por compromiso.

Este dato resulta coherente con otras investigaciones previas.

Así, en su “Diagnóstico de las mujeres jóvenes en la España de hoy”, el IMIO (2019) señalaba como cerca de la mitad (46,8%) de quienes tenían entre 18 y 34 años manifestaba haber atravesado por esta situación.

Una conducta, “probablemente asociada a las ideas de disponibilidad y satisfacción de los deseos sexuales de la pareja”, concluyen en el estudio.

Pornografía y redes sociales

Al tratarse de una generación nativa digital, el ámbito de la sexualidad no resulta nada ajeno al mundo de internet y las redes sociales y al uso que hacen de las mismas.

Así, la pornografía emerge con un 46% de las jóvenes que declara haber accedido a contenido pornográfico gratuito a través de la red y un 2,8% ha pagado por tales servicios.

Estas pautas de consumo de pornografía facilitan un contacto con la sexualidad en el que, como han advertido ya numerosos expertos y organizaciones, la desinformación y la reproducción de estereotipos sexistas genera un conocimiento distorsionado de las relaciones sexuales.

La edad media de inicio en el consumo de pornografía entre las mujeres jóvenes es de 15,5 años.

No obstante, un 13,5% de las mujeres visualizó sus primeros vídeos pornográficos en Internet entre los 12 y los 13 años.

El porno online se convierte, de este modo, y según el informe, en “un espacio de socialización y “escuela sexual” que, particularmente durante la adolescencia y primera juventud, supone un riesgo para la configuración de nociones y expectativas sobre la sexualidad sustentadas en la igualdad.

El sexting es, asimismo, una actividad ampliamente realizada por las jóvenes de entre 18 y 25 años, ya que un 37,3% afirma haber mantenido conversaciones o intercambio de imágenes de índole sexual a través de la red.

Aproximadamente una cuarta parte de las entrevistadas (24,3%) ha empleado, además, aplicaciones de citas tales como Tinder, Badoo o Bumble.

No obstante, cabe reseñar que hasta un 37% de las jóvenes afirma no haber realizado nunca ninguna de las prácticas o actividades en internet previamente.

En cuanto a la interpretación de la sexualidad de las mujeres jóvenes, y según el estudio, se muestra un avance en el discurso de las jóvenes que quiebra ciertos patrones tradicionales como sexo-amor u hombres-mayor deseo sexual”.

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Gráfica informe Instituto de la Mujeres

Acoso y violencia sexual

Los datos sobre las experiencias personales de acoso y violencias sexuales muestran la magnitud del problema: hasta un 67,4% de las mujeres ha recibido comentarios sexuales o sexistas inapropiados en espacios públicos, centros de trabajo..

Le sigue la vivencia del acoso en redes sociales: un 46% de las jóvenes ha sido destinataria de imágenes o comentarios de índole sexual sin su consentimiento a través de este canal.

Las cifras resultan coherentes con el estudio específico sobre esta cuestión recientemente publicado por el Instituto de las Mujeres (2022) bajo el título “Mujeres jóvenes y acoso en redes sociales”.

En él, un 45,7% de las mujeres entre 16 y 24 años manifestaba haberse sentido ofendida, humillada, intimidada, acosada y/o agredida en redes sociales.

Y un 79,8% había experimentado situaciones tales como mensajes insistentes, fotos o comentarios sexualmente explícitos, insultos, amenazas, publicación de contenidos falsos, difusión o amenaza de difusión de imágenes o secretos.

Las redes sociales pueden convertirse, por tanto, en un espacio virtual de reproducción de distintas formas de violencia, entre las que el acoso sexo-afectivo ocupa una posición crucial.

Los tocamientos sexuales no deseados y realizados al descuido (en el transporte público, locales, aglomeraciones, etc.) son también una experiencia frecuente entre las jóvenes: un 36,2% manifiesta haberlos padecido en alguna ocasión.

Un 12,7% ha sufrido, incluso, tocamientos sexuales por la fuerza.

Finalmente, el 9,1% de las mujeres entre 18 y 25 años ha vivido algún intento de violación o una violación.

Así, únicamente el 18,2% de las jóvenes afirma no haber sufrido nunca ninguna de las situaciones previamente descritas.

Percepción y actitud ante el sexo

Destaca el estudio del Instituto de las Mujeres que la aproximación a las percepciones y actitudes generales de las jóvenes hacia las relaciones sexuales y la sexualidad “permite tomar el pulso de los cambios – y continuidades – acaecidos en la sociedad española en el curso de las últimas décadas”.

En este sentido sostienen que las mujeres entrevistadas se alejan de concepciones del sexo indisolublemente asociadas al amor.

Hasta un 40,6% se manifiesta totalmente contraria a la idea de que para mantener relaciones sexuales es preciso estar enamorada y un 24,6% manifiesta estar bastante en desacuerdo.

De este modo, únicamente el 14% vincula, de manera necesaria, amor y sexualidad.

Se mantiene, no obstante, una cierta percepción de que en las relaciones heterosexuales son los hombres quienes, a día de hoy, siguen llevando la iniciativa.

De este modo, únicamente un 24,8% de las mujeres jóvenes expresa su desacuerdo con tal afirmación, frente al respaldo del 39,5%.

Se percibe, asimismo, que la pornografía se encuentra fundamentalmente pensada para la satisfacción del deseo sexual de los varones: hasta un 52,3% de las mujeres manifiesta estar muy o bastante de acuerdo con dicha idea.

Otro de los lugares comunes en torno a la sexualidad es la idea de que los hombres experimentan un mayor deseo sexual que las mujeres.

A a este respecto, las opiniones de las jóvenes entrevistadas registran notables niveles de oposición, con porcentajes de acuerdo que apenas alcanzan el 23,6%.

La relación de las mujeres de entre 18 y 25 años con la sexualidad parece, por tanto, impugnar viejas lógicas en torno al deseo.

Como observación genérica, hay que resaltar las ganas de hablar e informarse sobre sexualidad que expresaron las participantes en todos los grupos, independientemente de si tenía una aproximación más retraída o liberal hacia el sexo y la conducta sexual, indica el estudio.

La soltura para hablar sobre sexualidad

La avidez por opinar, escuchar e incluso preguntar al resto de compañeras del estudio se dio con bastante desenfado en buena parte de las conversaciones.

No quiere decir que todas se expresaran con total libertad sobre todas las cuestiones tratadas.

O que no hubiera momentos en que abordar distintos puntos detallados en el guion de discusión no se percibiera más timidez, cierta incomodidad a la hora de poner en palabras ciertas actitudes, comportamientos y sensaciones.

La soltura para poder hablar sobre sexualidad cobró un punto de especial intensidad cuando se debatió abiertamente sobre los roles entre hombre y mujeres, así como de los estereotipos “femenino” y “masculino” que atraviesan estas relaciones.

A este respecto, el informe señala que “por mucho que a priori se reniegue de ellos, e incluso que se les niegue su carácter predominante entre las jóvenes, su existencia es innegable; como lo es también el aire coercitivo que estos estereotipos ejercen sobre la sexualidad de las mujeres”.

El primero de ellos tiene que ver con una división de roles en donde el hombre ocuparía el lugar de control y dominio enraizado en el cuerpo masculino, mientras que la mujer aparece, sino directamente desposeída, al menos difuminada, incorpórea, “pura”.

A partir de esta distinción en la que se distribuye de forma asimétrica el control a la parte masculina y la sensibilidad a la femenina, se deslizan toda una serie de estereotipos que sirven para encuadrar y procesar las vivencias relacionadas con el acto sexual.

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Gráfica informe Instituto de las Mujeres

Percepción del propio cuerpo

Por otra parte y a la hora de explorar las maneras en que las mujeres jóvenes perciben sus cuerpos aparecen las inseguridades y las tensiones producto del ideal de belleza y perfección al que se los someten.

Aparecen de forma espontánea el tópico de la depilación, como el ejemplo perfecto de las sutiles coerciones que pesan sobre los parámetros estéticos y de belleza.

Si bien la depilación masculina es un comportamiento cada vez más al uso, es interpretada como el producto de una elección y no de una imposición como lo es en el caso de las mujeres.

Afloran numerosos comentarios que relacionan esta imposición con la mirada controladora ajena, especialmente la de los hombres.

Pero son más incluso aquellas alusiones a la “autoimposición” de la depilación.

Es decir: mujeres jóvenes que se depilan porque ellas mismas así dicen “quererlo”, pero que admiten de forma velada que sin esta sensación de imposición que las mujeres hemos “internalizado” seguramente no se depilarían.

Y que liberarse de esto es más una cuestión de poder que de querer.

Pero, y de acuerdo el informe de lnstituto de las Mujeres, la depilación es tan solo un elemento más entre otros que vienen en catarata:

El maquillaje, los peinados, el tipo de ropa y accesorios que se usa, el peso y la estatura…todos ellos van configurando diversos patrones de belleza que se exigen en distintos ámbitos, no solamente en el marco de las relaciones afectivas, sino también en el laboral y en el familiar, por ejemplo.

Al final, las narrativas parecen desembocar donde comenzamos cuando aludíamos a la cosificación del cuerpo de las mujeres.

Las jóvenes y relaciones sexuales: otras conclusiones

Para concluir el informe señala que la manera de entender la sexualidad y las relaciones sexuales entre las jóvenes de 18 a 25 años en España ha experimentado un cambio –producto en buena medida del avance del feminismo y el reemplazo generacional– en cuanto a apertura, diversidad y autoconocimiento sexual.

Pero las nuevas pautas y perspectivas que emergen aún conviven, en grados diversos, con viejos esquemas de una sociedad patriarcal que se resisten a ser desplazados.

También que las mujeres jóvenes muestran, en su posición y discursos, la quiebra (o al menos el cuestionamiento) de ciertos patrones de género tradicionales.

Así, desvinculan pares estereotipados de conceptos tales como sexo-amor u hombres-mayor deseo sexual.

Por otro lado la valoración de la satisfacción con la propia vida sexual de las jóvenes se sitúa en un (positivo, aunque moderado) 6,6 sobre 10.

El método anticonceptivo empleado con mayor frecuencia es, a una amplia
distancia, el preservativo masculino (83,6%), aunque los procedimientos
hormonales como la píldora, el anillo o los parches registran también un grado de implantación notable (54%).

Dentro de los argumentos para su utilización, resalta la decisión propia de las mujeres ante el miedo a la irresponsabilidad de la otra persona.

Estos datos coinciden con la opinión del 27%, que declara que la aplicación de métodos anticonceptivos y de prevención parte fundamentalmente de ellas mismas.

En este sentido, y con el propósito de contextualizar tales resultados, destaca también otro dato llamativo: el 43,5% ha acudido en alguna ocasión a métodos
anticonceptivos de emergencia.

Finalmente, la presente investigación sobre las jóvenes y las relaciones sexuales y su concepción de la sexualidad pone la sobre la mesa la necesidad de una mayor educación afectivo-sexual, diversa, holística y de calidad en la sociedad española.

El uso de fuentes no oficiales como internet o las propias amistades, así como la la insatisfacción con la educación sexual recibida en los centros de estudios (con una insuficiente valoración media de 4,4) sustenta la demanda de las jóvenes de una mayor y mejor formación afectivo-sexual.

acudir psicólogo

Aunque los momentos complicados se alternen con los plácidos, el problema surge cuando una sensación de malestar se mantiene de forma constante y puede que sea cuando necesitemos acudir al psicólogo antes de que nuestra salud mental se resienta.

“En este sentido, cuando los síntomas que estamos experimentando se prolongan en el tiempo al menos durante dos semanas
consecutivas y crecen en intensidad, de tal forma que empieza a aparecer una incapacidad a la hora de realizar tareas de nuestra vida cotidiana, deberíamos empezar a preocuparnos”, según los expertos de TherapyChat, servicio online de psicología.

Reconocer este malestar y pedir ayuda psicológica “no es un signo de debilidad, sino una forma de autocuidado y de toma de conciencia de nuestro propio organismo, que va a ayudarnos a conseguir un mayor desarrollo personal”, apuntan.

De hecho, ir al psicólogo no tiene que estar siempre acompañado de una sintomatología negativa específica. La terapia psicológica no solo es una forma de ayudarnos a reducir un malestar, sino que también es un recurso perfecto para el crecimiento personal y el autocuidado, que incrementa nuestro bienestar.

Los signos que nos alertan para acudir al psicólogo

Antes de acudir al psicólogo debemos tener claro si hay un evento desencadenante (cambio de domicilio, un divorcio o una separación de la pareja, el abandono de los hijos de la casa… etc.) o si, por el contrario, aparentemente no parece tener que ver con un ámbito en concreto.

En cualquiera de las dos situaciones, estas son las señales de alerta:

1. Dificultad en las tareas de la vida diaria.

No poder desarrollar actividades que antes hacíamos con normalidad suele ser uno de los primeros síntomas en aparecer. Cuando tenemos un bajo estado de ánimo que se prolonga en el tiempo, aparece la apatía.

En ese momento solemos dejar de hacer cualquier tipo de actividad, empezando a tener la sensación de que todo se hace cuesta
arriba, bien sea por falta de concentración, por falta de motivación o, quizá, por no ser capaces de encontrarle un sentido al hecho de realizarla.

Esto se verá reflejado en la aparición de una incapacidad para desarrollar con normalidad las
actividades académicas, laborales o cualquier tarea doméstica cotidiana. Normalmente, esta
incapacidad irá apareciendo gradualmente, agravándose con el paso del tiempo.

2. Cambios bruscos en el estado de ánimo.

Tener un carácter especialmente irritable, estar siempre de mal humor o pasar de la risa al llanto de manera muy rápida, son señales de que algo no va bien.

Estos cambios bruscos en el estado de ánimo, que nos hacen sentir que las emociones nos desbordan y no podemos controlarlas, pueden ser la forma que tiene nuestro cuerpo de canalizar la frustración al no entender de manera precisa lo que está ocurriendo en nuestra mente.

Hay que prestar especial importancia a emociones como tristeza, enfado o a los estados de desgana o ansiedad, sobre todo si son intensas y mantenidas en el tiempo. Lo importante es darse cuenta de que este malestar emocional nos quiere decir algo y que hay un mensaje que necesita ser atendido detrás de esas emociones.

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EFE/EPA/Zsolt Czegledi HUNGARY OUT

3. Problemas en las relaciones personales.

Cuando existe algún problema en nuestro bienestar emocional es normal que las relaciones personales se vean afectadas, ya sea porque se dará una tendencia al aislamiento social, porque la sensación de apatía nos impedirá querer realizar planes sociales o porque no seremos capaces de disfrutar de ellos tanto como antes.

Es importante resaltar que este cambio en el comportamiento social suele darse de manera brusca y poco usual y no debe estar asociado a rasgos de personalidad, como la introversión, o a acontecimientos externos, como una enfermedad.

4. Alteración en el sueño y la alimentación.

Esta es una de las áreas que más afectadas suelen estar y uno de los principales indicadores de que hay algo que falla. En lugar de conciliar el sueño con normalidad, podremos experimentar dificultades para dormir (insomnio) y nos desvelaremos
con mayor facilidad. Esto suele ser un indicador de la existencia de preocupaciones constantes que nos impiden relajarnos.

Con respecto a la alimentación, suele ser una de las principales estrategias para canalizar las emociones. Se puede dar el caso en el que dejemos de comer debido a un gran estado de nerviosismo o, por el contrario, en el que comamos en exceso o consumamos más hidratos o azúcares perjudiciales para nuestra salud (hambre emocional), según TherapyChat.

5. Aparición de señales físicas.

La salud física y mental van de la mano, de tal forma que la afectación de una de ellas tendrá repercusiones en la otra. En muchas ocasiones, los síntomas físicos pueden ser grandes indicadores de que existe un malestar psicológico y nos serán de gran ayuda para poder detectar procesos psicológicos que aún no se han manifestado al completo.

El Índice de Salud de las Ciudades de 2022, realizado por la aseguradora DKV y la consultora IdenCity, recoge cifras prometedoras y demuestra que las ciudades españolas se convierten en entornos más saludables. Así lo presenta la segunda edición de este estudio, que señala Barcelona, Granada y A Coruña como las ciudades con mayor mejoría.

De las 53 ciudades españolas que se toman como referencia, 42 de ellas cumplen en más de un 70% los indicadores que estructuran la investigación,15 ciudades más que en 2021. Asimismo, este año, a diferencia del anterior, se recogen puntuaciones que sobrepasan el 75%, como es el caso de Madrid, Barcelona o Sevilla.

 



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