*Por: Ricardo Vega
Esta historia tiene el mismo nudo argumental. Se justifica cada cierto tiempo y cada vez con más frecuencia. Y lo más probable, y a veces peligroso; también tiene el mismo final. Tan clásica como la de la Caperucita Roja. El Gobierno es el Lobo. Necesita dinero a como de lugar. Y la forma más cómoda de pescarlo es en los bolsillos de la pobre muchachita. ¿Cómo? Mediante una nueva reforma fiscal.
Pero suena más bonito expresado con la sutileza que lo acomoda el poder: “Mediante el proyecto fiscal, las autoridades tratan de lograr un aumento en las recaudaciones para mejorar el déficit del Estado”.
Algunos teoricos en la materia entienden que en ciertos momentos las reformas fiscales son necesarias. Y ciertamente lo son. Sin embargo, las que se han implementado hasta la fechano no han estado bien estructuradas. No han sido infectivas para enfrentar los eternos problemas económicas de la República Dominicana.
Han sido bastantes las modificaciones tributarias, promulgación de leyes incluídas, hechas en los últimos años. Dos de ellas fueron consecutivas (2011-2012). Se realizan, en promedio, cada 17 meses, de las cuales, del 2000 al 2020 los ingresos pasaron de RD$23,390.4 millones a RD$442,709.0 millones. (Alejandra Marie Gil y Rocío Estévez, de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña; UNPHU).
Obvio, por más desacertadas que sean al implementarse, las reformas son exitosas. Algo recaudan.
Donde la cerda retuerce la cola es cuando pasan los años hasta que llega otra reforma. Los resultados positivos de esos ajustes económicos no se reflejan en beneficio de los menos pudientes. El despilfabro no se detiene.
Partiendo del endeudamiento actual –alrededor de US$57,653.0 millones, estimado por la Dirección de Crédito Público– gran parte de los ingresos de la reforma que se pretende implementar tendría que ser destinado al pago de intereses.
Es por eso y no por otras razones que con tan solo mencionar la posibilidad de la implementación de una reforma fiscal genera tanto rechazo.
Pero no es el natural rechazo de la oposición política, sino del pueblo llano que día a dia vive la escalada de los precios de la comida, inalcanzables para sus limitados ingresos. Peor aún, la reforma llega en medio de una delincuencia a la que no se le salvan ni millonarios, ni famosos, ni militares, ni religiosos. Falta y carencia de energía hasta en los semáforos. Permeada por una haitianización que solo le falta asumir el poder político y con miles de estudiantes dejados fuera de las aulas, a pesar de los RD$ 297 mil millones anuales destinados a Educación. “¡Que éxito!”.
Llegará un momento en que la población no aguantará más reformas y reajustes fiscales. Y al Gobierno se les agotarán los recursos a los cuales recurrir.
¿Nos estamos exponiendo a repetir las pobladas del 23 y 24 de abril de 1984? ¿O esta sólo es la cortina de humo para dejar abierta una posible modificación constitucional repostuladora?
Las inquitudes son tantas como las víctimas del desacierto. Y el Leñador parece que anda de vacaciones. O no existe.
*El autor es Publicista, Periodista y Escritor.