Todos los días pasan iguales. Sale el sol, se encarama en el cielo y vuelve a acostarse hasta la jornada siguiente. Llueve o no llueve.
Cae o no cae la nieve donde la naturaleza lo dispone, o donde el hombre se la inventa artificialmente. El planeta gira con la exactitud de un reloj suizo alrededor del astro rey y hace lo mismo año tras año. Una y otra vez. Sin sorpresas.
Sin embargo, algo extraño sucede en esta cabecita de alfiler que es nuestro hogar en el vasto universo. Es la Navidad.
Un raro virus se cuela dentro de nosotros y, a pesar de que todos los días son iguales, nos induce a sentir de un modo diferente, a ser solidarios con los menos afortunados, a ser agradecidos, aunque no sepamos a quién agradecer, a proponernos ser mejores de ahora en adelante.
El espíritu de Navidad se impone ante nosotros, por encima de credos y religiones. No tratemos de escapar de su influjo. Por el contrario, extendamos una alfombra roja para que se sepa que es bien recibido.
Hagamos lo posible porque el día de mañana sea diferente de los demás. Pero después que transcurra ese día excepcional, ¡no dejemos que se escape su espíritu!
Abrazos fraternales para todos.