Reflexión en verso ante la celebracion del espectaculo dominicano
Por Yovanny Medrano
Escritor del libro «Aprendiendo a ser feliz»
En esta nueva etapa de mi vida como colaborador del periódico El Día, en la sección Vida y Estilo, quiero expresar mi más sincero agradecimiento a la periodista Lady Reyes, quien, en el ejercicio de sus responsabilidades como editora, me extendió la invitación para colaborar para la sección que dirije, iniciando con un verso a la celebración del espectáculo dominicano.
Recibo con gratitud y entusiasmo esta oportunidad de compartir con ustedes, sus lectores y ahora mis lectores, mi visión, mis palabras y, sobre todo, mi compromiso con la sociedad dominicana a promover la felicidad en todas sus manifestaciones
A propósito de la premiación más destacada del espectáculo dominicano -espacio donde se reconoce el talento, el esfuerzo y la pasión de quienes dedican su vida a las artes- quiero ofrecerles, como primera entrega, este poema. Más que un escrito, es una mirada interior y reflexiva sobre este evento en honor al artista dominicano.
«Desfile de Titanes (pero con glitter)»
Todos vestidos para sorprender al mundo,
con trajes de gala y sonrisas de anuncio,
peinados que desafían la física,
y pasos que juran mover la historia.
Cada uno, un héroe de su propio espejo,
forjando epopeyas entre selfies y likes,
alzando laureles de plástico brillante,
jurando que la gloria está al doblar la esquina.
Algunos gastaron lo que no tenían,
todo por aparentar pleitesía,
como si el brillo comprado pudiera
disfrazar el eco de la deuda.
Otros llegaron por el aire,
con zapatos prestados
y cadenas de esclavitud social
sonando como joyas al caminar.
La crónica rosa se bajó los panties
ante la vergüenza moral de la comunicación moderna,
donde el morbo y lo prohibido
son el alimento de fuerza,
el verdadero oro de este circo disfrazado de gala.
Se miran con gestos de estatua viviente,
como si el cielo del marketing los estuviera mirando,
como si un dios tuviera que decidir
quién fue el más digno de ser… aplaudido.
Y allá van, en su marcha triunfal de etiquetas,
creyendo que el mundo tiembla bajo sus tacones,
cuando en verdad, solo el suelo se ríe bajito,
esperando el primer tropiezo épico.
Y todo ese escaparate para buscar un premio
que los llena de aire y de melancolía,
puesto que al otro día solo queda la resaca
de una experiencia vacía.

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