La misma pluma que ha escrito para criticar, a veces severamente, algunos actos del Gobierno, escribe ahora para reconocer con la mayor franqueza la justiciera medida del presidente Luis Abinader de aumentarle el salario en más de un ciento por ciento a los trabajadores cañeros.
Este aumento, que les devuelve en algo a los trabajadores de ese sector lo que ellos con tanto esfuerzo producen, y que llega además cuando una nueva ola de la inflación convierte en sal y agua los sueldos de la clase obrera, merece saludarse y me alegra hacerlo.
Porque nobleza obliga y porque va en favor de uno de los sectores del proletariado dominicano que más admiración me ha merecido siempre. Esos hombres de espaldas sudorosas y manos encallecidas, como solía llamarlos Mauricio Báez.
Tal vez podría decirse que la clase obrera dominicana nació o tiene una de sus más fuertes raíces en los cañaverales; esos campos de explotación abonados con sudor y sangre por los trabajadores agrícolas de los ingenios.
Con los trabajadores cañeros como columna principal se fundaron en el siglo XIX esas islas de relaciones capitalistas que fueron los ingenios azucareros, en medio de la economía semifeudal que imperaba en nuestro país.
Sin azúcar no hay país, se dijo por mucho tiempo, se hablaba entonces de la espina dorsal de nuestra economía, hasta que una malhadada decisión gubernamental liquidó los ingenios del Estado en el altar sin gloria del neoliberalismo y la privatización.
Fueron los trabajadores cañeros los que produjeron los líderes proletarios más destacados y gloriosos del pasado siglo XX y los que con mayor contundencia defendieron sus reivindicaciones aún bajo la horrorosa tiranía de Rafael Trujillo. Los nombres de Mauricio Báez, Nando Hernández y Justino del Orbe, entre muchos más, son símbolos eternos de esas jornadas heroicas.
Luego, las luchas de los sindicatos azucareros y sus aportes a la causa democrática, el martirio de Guido Gil y otros luchadores vinculados a los trabajadores de los centrales. En todas estas jornadas y los sacrificios de tantos, la demanda de aumento salarial ha estado presente.
Porque nunca esos obreros abnegados y sufridos han sido recompensados en la medida que merecen y si hoy reciben un aumento salarial, aunque nunca será lo suficiente si se piensa en lo que aportan, es justo reconocer a quien lo ha dispuesto y celebrar esa conquista, así sea desde aquí, pero de corazón junto a ellos.