Recibiendo la vejez, en una aurora

Recibiendo la vejez, en una aurora

Recibiendo la vejez, en una aurora

Todos los días llegan, podrá verlos, sí puedes espéralos haciendo, para que lleguen. Con los otros, templanza.
Así recibo la vejez, que es un don mayor en la lucha por la subsistencia en el tercer mundo.

La vejez, igual que síntesis de experiencias heredadas y aprendidas, es una portátil acumulación destilada de filosofía sin redactar, que resume psicología, pedagogía y paradigmas, descubiertos y transmitidos durante el trayecto humano de manera informal, junto a emociones y vivencias inconscientes, digamos que sacras.

Esta didáctica puede no ser vista, pero está presente; no es moda ni pieza íntima arrojadiza de una manufactura, sino delicadeza y pudor que resguarda y atesora lo especial de cada quien, con cultivo esperado en el tejido de las familias, que con celo abonamos los abuelos, en la mengua de nuestra capacidades, porque la edad nos va convirtiendo en un vivero de enfermedades entrometidas en nuestro programa y calidad de vida, creemos que prematuramente.

Haciendo uso de la materia gris, puedo ver que tengo aun asignaturas pendientes, junto a los retazos de vida por desplegar.

Les relato que una vez, al cumplir mis 25 años, deseé poder alcanzar a vivir hasta los 30 años. Luego aspiré hasta los 50 años; ahora aspiro servir de nutriente suplementario del crecimiento integral de lo que entonces, hace once y ocho años, no poseía, mis nietos, con quienes tengo un acuerdo, el de vivir para verlos cuando el menor celebre sus 15, lo que le he prometido, en el momento en el que una retinopatía diabética me priva de la visión, preocupándolos.

Es un secreto, de abuelo y nietos.

Cuando llega el último instante, siempre nos quedarán cosas sin hacer. Quiero concentrarme para maximizar mi utilidad y eficiencia, social, familiar y geopolítica, modo este ultimo de la política de esta parte del siglo XXI, hecho determinado por la globalización económica, que en el país “por la razón o la fuerza” impone una nueva reconstitución y unidad de fuerzas, saliendo adelante, con buen pulso y audacia.

Veámonos en el caso de nuestra relación del país con Haití y nuestras relaciones exteriores enfrentadas a la política del hermano pueblo, casi nuestro compatriota (Haití) que ha convertido sus desgracias en una correa “sin fin” que las incrementa en detrimento de República Dominicana y sus propios nacionales. Males que vende su clase política como estrategia, nutriéndose de ella sin responsabilidad, parasitariamente.

Venezuela, desde antes del terremoto y mucho más después, asumió a Haití con el mejor espíritu solidario, pero bajo el esquema tradicional de la elite de Petion Ville, coincidiendo con los patrocinadores de ONG que tienen interés en un gobierno de la isla por fideicomiso, que convierta toda la isla en una gran zona franca.

En nuestras experiencias de trabajo solidario en Leoganne, Puerto Príncipe, Jacnel, San Marc y en Santo Domingo, pudimos asimilar sus propósitos contando con la política de Leonel Fernández.

Es oportuno prestar atención al perfil del personal. Leonel es modelo de exgobernante escogido por sus características de cosmopolita, particularmente postizo, desraizado, para quien República Dominicana ha sido un medio de autorrealización política e individual simulando lo que tenga que simular, otro Martellí en la isla.

Venezuela mantuvo el pulso de la presión internacional sobre República Dominicana como ayuda a Haití sin una visión de conjunto, sosteniéndola en organismos internacionales, sudamericanos, africanos, norteamericano y del Caribe con motivaciones increíblemente simplistas e insostenibles que hoy recoge y tira a las aguas del Táchira, repatriando sin mimos los mismos indocumentados que su petróleo no puede sostener, sin una crisis económica y política grave, con lo cual las bocinas internacionales contra el país comienzan a bajar volumen y tendrán que estar de acuerdo con nosotros, en el abordaje del caso y quizás en la solución, abriendo otro capítulo para la crisis económica y el problema migratorio de Haití y otros; personalmente, sintiéndolo mucho por lo eficientes amigos del Centro Bonó, vaya vejez a la que entro, mientras esta historia es para recordar a quienes creen en principios, “que nunca es más oscura la noche, que cuando va a amanecer”.



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