RD: Un mundo extraño y cambiante

RD: Un mundo extraño y cambiante

RD: Un mundo extraño y cambiante

Roberto Marcallé Abreu

“Hay que dudar siempre. Hay que preguntar siempre”. Terencio.
Cuando uno se distancia de República Dominicana por un tiempo, en honor a la verdad, se retorna con ojos y actitud definitivamente diferentes, distintos. Como si usted se colocara unas gafas con extravagantes colores frente a la vista.

Una impresión tan poderosa como devastadora es que las personas, las calles, el panorama y hasta la manera de mirar y de hablar de nuestros conciudadanos se nos figuran radicalmente diferentes.

Y ni qué decir de ciertas actitudes, las raras sonrisas, hasta cierta ambigua indiferencia o desatención. Es curioso preguntarse las razones de tales cambios y es probable que la respuesta se corresponda con la celeridad que la cambiante realidad se revela ante nuestros sentidos.

Puede ser que una de las cualidades más significativas de la realidad dominicana contemporánea sea esa permeabilidad, esa transformación o cambio drástico, radical y extravagante del mundo visible que nos rodea.

Las noticias, los periódicos, son parte de esa errática mutación en la esencia de las cosas. Puede que una conclusión a la que se puede arribar de manera breve es la acumulación de eventos que se suceden de manera paralela o muy próxima.

Desde hace algunos años, muchas de las ciudades más relevantes del país han sufrido transformaciones muy drásticas.

Parecen ser otras ciudades, otro el ámbito, el panorama. Las ciudades y sus entornos son otros. Cómo es diferente nuestro modo de vida en todos los órdenes. Santo Domingo admira y asombra por su monumentalismo, modernidad y diversidad.

El número de vehículos y por supuesto la manera de conducir, se ha vuelto apremiante, pasmosa, temible. Los periódicos, noticieros de radio y televisión nos vienen desbordados de noticias de toda naturaleza. La fluidez y contradicción de las versiones es a veces apremiante. Ya no es tan fácil depurar hechos y versiones o hacerse una idea transparente de realidades, circunstancias, eventualidades.

Tengo la sensación de que el Estado se ha reducido en sus dimensiones palpables, en su presencia. Hay demasiados vehículos y muy contados agentes del orden y del tránsito. La ciudad luce atiborrada y las calles se me figuran estrechas, imposibles, inviables, al igual que la ausencia de parqueos en relación a la cantidad de negocios que emergen por todas partes.

Desconozco cuáles serán los planes, aunque se puede adelantar que la ampliación de las líneas del metro, los pasos a doble nivel y los túneles, la introducción masiva de autobuses dejando de lado muchas líneas de carros de concho, disminuir la presencia de motocicletas, incrementar los teleféricos y líneas de trenes tanto en las ciudades como a nivel regional, podrían eventualmente aliviar el problema del grave y traumático congestionamiento del tránsito y del desplazamiento humano.

Los medios de comunicación se ven desbordados de toda clase de noticias, muchas de ellas inquietantes: “”Delincuencia asfixia a residentes en Los Guaricanos”, “La ciudad en estado de emergencia”, “Al menos 64 individuos han caído abatidos”, “Tiroteo en la Jacobo Majluta”, “Dos jóvenes muertos supuestamente involucrados en el asalto al artista CrazyDesign”, la Policía ultimó a Brayan Chamocha, en medio de un intercambio de disparos”, “el pasado 18 murió el joven conocido como Chamocha, involucrado en la muerte de un oficial de la institución policial. “En otros hechos murieron Miguel Antonio Benjamín, César Augusto Lorenzo Valdez…

Los diarios dominicanos están inundados de noticia y análisis. José Luis Malkún bautiza la elección del presidente argentino Javier Milei como “la salvación o el hundimiento de Argentina”. Se discute en vistas públicas la controversia sobre el aborto, el Banco Central dispone de 25 mil millones para apoyar sectores afectados por las lluvias recientes, el gobierno inicia la entrega de la regalía pascual la próxima semana, 27 mil millones de pesos.

Retornar a República Dominicana es como volver a un mundo desconocido donde apenas si se conocen las personas, las calles, los ambientes. El país que fue, ya no lo es ni lo será jamás.

Estar enterado es una verdadera odisea. La noticias vuelan con una celeridad pasmosa mientras uno permanece extasiado en el borde de la acera si decidirse a cruzar o no la calle atiborrada de vehículos que circulan a velocidades pasmosas….