La tragedia de Haití ha puesto de manifiesto la presencia, en medio de ese infierno, de muchos hombres y mujeres nobles, generosos y valientes, aunque desconocidos y anónimos, que están pasando penurias en su afán por salvar vidas entre los escombros o por devolver el sosiego a los que se salvaron.
Voluntarios o no, aquellos que han acudido al llamado del deber son verdaderos héroes que merecen el reconocimiento y la admiración de todos, y yo, por lo menos, no escatimo los míos, humildes pero sinceros, desde lo más hondo de mi corazón.
Otros, en razón de su notoriedad dentro de la sociedad, no pueden, aunque quieran, mantenerse en la sombra del anonimato. Pero ello no les quita mérito, en forma alguna. Tal es el caso del cantante Rubby Pérez, ante quien me quito el sombrero por su increíble y espontánea acción de habilitar una vivienda para recibir y atender a las víctimas del terremoto que, dadas de alta en uno de los hospitales que las atienden, no tienen un sitio adonde ir, ni donde encontrar un vaso de agua o un plato de comida.
Estoy seguro de que hay otros Rubby Pérez, anónimos o no, que hacen cosas similares, a la altura de sus respectivas posibilidades. Cuando veo casos así, mi ánimo se reconforta y mis esperanzas de un futuro mejor para todos en esta isla, se elevan.