Ramón Matías Mella, militar, estratega, diplomático, valiente líder y héroe en la Independencia de la República Dominicana y la Guerra de la Restauración. Esta es la historia de uno de los Padres de la Patria más destacados, quien dio todo por su país.
Matías Mella nació en la ciudad de Santo Domingo el 25 de febrero de 1816. Fueron sus padres los señores Antonio Mella y Francisca Castillo. Al igual que muchos jóvenes de su generación, Mella se desarrolló política y profesionalmente durante el período de la dominación haitiana (1822-1844). Hizo el servicio militar obligatorio y adquirió fama entre sus compañeros y superiores por su seriedad, su firmeza de carácter, responsabilidad en su accionar y por su probado valor personal.
Para 1842 Mella vivía en San Cristóbal en donde ocupaba el cargo de Sub-Delegado de Hacienda del gobierno haitiano. Es decir, que era el representante oficial para asuntos de finanzas en esa comarca, en la que disfrutaba del respeto y consideración de sus conciudadanos. En dicha comarca, Mella también se dedicaba al entonces próspero negocio del corte de maderas con fines de exportación.
Desde muy joven, Mella adquirió conciencia de su identidad dominicana, y como muchos contemporáneos, era consciente de que el pueblo dominicano era digno de vivir en libertad y no merecía continuar padeciendo más vejámenes por parte del dominador extranjero.
De manera que, tras la fundación de la sociedad secreta La Trinitaria, Mella figuró entre los primeros adeptos de esa organización política. Por su dedicación y eficacia en el trabajo revolucionario, pronto mereció la plena confianza del líder de la agrupación, que era Juan Pablo Duarte.
En enero de 1843, cuando ya el régimen de Boyer resultaba inviable tanto para haitianos como para dominicanos, Mella fue enviado en misión especial en Puerto Príncipe a fin de gestionar un acuerdo político con los liberales haitianos que luchaban contra Boyer, misión que pudo concluir exitosamente, lo que permitió que los trinitarios pudieran consolidar su posición frente a los liberales haitianos diseñando una estrategia aparentemente en favor del movimiento reformista, pero con el inquebrantable propósito de proclamar la independencia nacional del pueblo dominicano.
El 24 de marzo de 1843, en la Plaza del Carmen, se reunieron varios trinitarios entre los cuales figuraban Sánchez, Pina, Pérez y Mella, y desde allí declararon públicamente la adhesión dominicana al movimiento de La Reforma para luego continuar con los planes independentistas.
Posteriormente, en junio de ese mismo año, Duarte, quien consideraba necesario precipitar los acontecimientos a fin de proclamar la independencia lo antes posible, confió a Mella otra misión en el Cibao, adonde debía trasladarse para diseminar por toda la región las nuevas ideas políticas.
Así, mientras en julio de 1843 Mella se hallaba cumpliendo con ese nuevo encargo en el poblado de San Francisco de Macorís, fue sorprendido por tropas haitianas comandadas por el presidente Herard, en persona, siendo detenido y remitido a Puerto Príncipe en calidad de prisionero. Casi dos meses después fue liberado, aunque para septiembre de ese año ya se había reintegrado a sus labores patrióticas en la ciudad de Santo Domingo.
Cuando regresó a su ciudad natal, hacía poco tiempo que Juan Pablo Duarte había partido al extranjero como consecuencia de la tenaz persecución de que fue objeto por parte de las autoridades haitianas.
Con el fin de llenar el vacío provocado por la ausencia del líder principal, Mella, de común acuerdo con Vicente Celestino Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y otros trinitarios fijaron la fecha en que debían anunciar tanto la separación de Haití como la proclamación de la República Dominicana, temiendo, como en efecto temían, que otro partido político contrario a sus proyectos se les adelantara.
La situación política estaba muy caldeada en la parte española de la isla. Diversos grupos políticos (afrancesados, proespañoles y nacionalistas), pero todos SEPARATISTAS, se disputaban la primacía del movimiento revolucionario, además de que también se debatían cuál de esos grupos tendría el control del nuevo orden de cosas que se aproximaba. Hubo un momento, sin embargo, en que fue necesario arribar a un acuerdo táctico, coyuntural, entre las diferentes formaciones políticas con el objeto de agilizar y garantizar el éxito de los trabajos revolucionarios.
Fue así como conservadores y liberales suscribieron un pacto político que allanó el camino para que la separación de Haití fuera un hecho concreto. El artífice de esa alianza transitoria, pero táctica, fue Ramón Matías Mella. Su firma es de las primeras que aparece en la Manifestación de los Pueblos de la Parte Este de la Isla antes Española, sobre las causas de su separación de la República Haitiana; célebre documento que circuló el 16 de enero de 1844, y que es considerado como el Acta de independencia dominicana.
Para la noche del 27 de febrero los revolucionarios convinieron reunirse en la Puerta de la Misericordia, que estaba completamente tapiada, para desde allí continuar hacia la Puerta del Conde, que había sido el lugar escogido para anunciar oficialmente el final de la dominación haitiana y la creación del nuevo Estado dominicano.
Sin embargo, un imprevisto alteró el curso de cuanto se había planificado. Las autoridades haitianas, al parecer, habían sido alertadas sobre un posible movimiento conspirativo, razón por la cual un inusitado despliegue de soldados en determinados puntos claves de la ciudad impidió el que muchos de los comprometidos con la causa acudieran a la puerta de La Misericordia. Hubo, pues, notorias ausencias y tal circunstancia motivó que uno de los presentes sugiriera la conveniencia de posponer los planes para otra ocasión más favorable.
Pero es fama que, ante semejante propuesta, de la oscuridad de la noche se escuchó una voz que rechazó enérgicamente dicha sugerencia. Era la voz de Ramón Mella quien, en ese preciso instante, expresó también en voz alta:
“¡NO! YA NO ES DADO RETROCEDER; COBARDES COMO VALIENTES, TODOS HEMOS DE IR HASTA EL FIN. ¡VIVA LA REPÚBLICA DOMINICANA!
Y acto seguido disparó al aire su trabuco inmortal, que era la señal anunciada para todos los demás comprometidos con la causa. Después del trabucazo heroico, nadie vaciló entonces y corrieron hacia la Puerta del Conde, en donde les esperaban los demás patriotas, con Francisco del Rosario Sánchez a la cabeza, para anunciar al mundo al mundo el nacimiento de la República Dominicana. Eran las 11 de la noche del martes 27 de febrero de 1844.
Pero es fama que, ante semejante propuesta, de la oscuridad de la noche se escuchó una voz que rechazó enérgicamente dicha sugerencia. Era la voz de Ramón Mella quien, en ese preciso instante, expresó también en voz alta: