Quirino y Maconi, otra vez juntos en el país

Quirino y Maconi, otra vez juntos en el país

Quirino y Maconi, otra vez juntos en el país

Santo Domingo.-La que en su momento fue la pareja de narcotraficantes dominicanos más poderosa ha vuelto a reunirse en República Dominicana, y con la posibilidad de disponer de una fortuna que supera los 600 millones de pesos que no les incautaron judicialmente cuando fueron arrestados, extraditados a Estados Unidos y posteriormente condenados por sus actividades ilícitas.

Quirino Ernesto Paulino Castillo y Bienvenido Ernesto Guevara Díaz fueron el jefe y el lugarteniente, respectivamente, de una estructura de narcotraficantes que admitió haber introducido a Estados Unidos al menos 33 mil kilos de cocaína provenientes de Colombia y Venezuela, tras haber desplazado la supremacía que tenía en el país el hoy fenecido Rolando Florián Féliz.

Al momento de su detención el 18 de diciembre de 2004, a apenas cuatro meses de asumir la Presidencia Leonel Fernández Reyna, a Paulino Castillo se le estimó una fortuna que superaba los 1,200 millones de pesos.

Guevara Díaz (Maconi) fue arrestado cinco años después y también se le atribuyó una fortuna de decenas de millones de pesos.

Guevara Díaz era una especie de “jefe operativo” de Paulino Castillo, teniendo unos niveles de familiaridad tal que se llamaban entre ellos como “Cuñao”.

La fracasada operación de los 1,387 kilos de cocaína por la que fue detenido Paulino Castillo era dirigida de manera personal por Guevara Díaz, según consta en las grabaciones de las llamadas interceptadas entre los dos capos la mañana del 18 de diciembre de 2004..

Sin embargo, Guevara Díaz, mejor conocido como Maconi, logró librarse del arresto en ese momento, porque estaba lejos del lugar donde se produjo el decomiso, en plena autopista Duarte, cerca de la entrada de Los Alcarrizos. Quirino fue detenido porque otro equipo de la Dirección Nacional de Control de Drogas y de la DEA le estaban dando seguimiento cuando se movilizaba en un lujoso carro Mercedes Benz, color blanco.

Dictamen de la Suprema

La Suprema Corte de Justicia dictaminó en febrero de 2005 la extradición de Quirino durante una audiencia a la que asistieron cientos de personas provenientes de Elías Piña que fueron a dar respaldo a su compueblano.

El presidente Fernández firmó el decreto de extradición varios días después, la cual se ejecutó cuando Quirino fue enviado a Estados Unidos en un jet de los Marshall que lo llevó hasta New York, donde fue posteriormente condenado y cumplió diez años de prisión.

Guevara Díaz fue arrestado varios años después y luego de un largo proceso en la Suprema Corte de Justicia se dictó una orden de extradición que también se ejecutó.

Ambos fueron condenados en Estados Unidos por los mismos cargos junto a otra docena de imputados, que fueron encontrados culpables y condenados a penas que oscilaron entre los cinco y 20 años de prisión (reducidas a la mitad la mayoría de ellas).

La sentencia que dispuso la extradición de Guevara Díaz fue ampliamente criticada a nivel local porque no dispuso el decomiso de ninguno de sus bienes, lo que dejaba intacta su fortuna.

Posteriormente se ha detectado que los propios Estados Unidos han adoptada la práctica de no solicitar decomiso de bienes a narcotraficantes pedidos en extradición, lo cual hace atractivo para los imputados negociar acuerdos, pues saben que al salir de la cárcel mantendrán sus fortunas provenientes del narcotráfico, con la ventaja de que en esas circunstancias quedan “judicialmente lavadas”.

En noviembre del año pasado el país fue sorprendido cuando junto a 75 dominicanos repatriados de Estados Unidos por haber cumplido sus condenas, bajó la escalinata del avión Ernesto Bienvenido Guevara Díaz, sin que las autoridades del Ministerio Público fueran previamente avisadas.

Permanece en EE.UU.

Para esos mismos días estaba en libertad también Paulino Castillo, pero a este se le permitió permanecer en Estados Unidos, viviendo con relativa normalidad. Sacó su cédula de identidad y el pasaporte dominicano.

Llegó al país como un pasajero normal el sábado pasado, en un vuelo comercial que llegó al Aeropuerto Internacional de las Américas a las 4:50 de la mañana.

Guevara Díaz y Paulino Castillo están ahora en el país al terminar un episodio que inició en diciembre de 2004 y que diez años después les permite estar en libertad y con la posibilidad de disfrutar de la amplia fortuna que no les fue incautada tras el proceso judicial.

De los alrededor de 1,200 millones de pesos que en 2004 se le estimaba a Paulino Castillo, se negoció que este entregara el equivalente a 14.5 millones de dólares, que en ese momento ascendía a algo menos de 500 millones de pesos, lo que le dejaba con una disponibilidad de entre 600 y 700 millones de pesos.

Mientras que en el caso de Guevara Díaz, la sentencia de su extradición no dispuso el decomiso de ninguno de sus bienes.

La que en su momento fue la pareja que dirigió el más importante cartel de narcotráfico en República Dominicana ha vuelto a reunirse en el país, sin cargos judiciales pendientes (el Ministerio Público se desinteresó de todos los cargos en su contra para facilitar la extradición, ya que la legislación dominicana no permite que sean entregados a otro país si tienen cargos pendientes aquí), en disfrute de la libertad y con una cuantiosa fortuna a su disposición, también sin persecución judicial.

Un negocio “conveniente”

Imputados como Quirino Ernesto Paulino Castillo, Ernesto Bienvenido Guevara Díaz (Maconi), Carlos Rossó Peña, Miguel Antonio Suárez Silfa, Francisco Antonio Hiraldo Guerrero, José David Figueroa Agosto, Ramón Elías Tavárez Lebrén, José Arismendy Almonte Peña (Joselito.com) y más recientemente Antonio del Rosario Puente (Toño Leña) han logrado preservar gran parte de sus fortunas en los procesos judiciales enfrentados en Estados Unidos.

Incluso, Figueroa Agosto pudo negociar tratos privilegiados para Sobeina Félix Morel y Leavy Nin a cambio de información que no ha sido compartida con las autoridades dominicanas Figueroa ayudó a desmantelar una red encabezada por Ángel Ayala Vásquez.

 

 



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