Durante la guerra civil, el general Mola Vidal, mientras marchaba hacia Madrid al mando de cuatro columnas (unidades de combate cuyos integrantes van en fila), acuñó el término “quinta columna” para referirse a simpatizantes ya dentro de la capital apoyándolo en secreto, con sabotaje, desinformación y espionaje.
En la política no es inusual el empleo de quinta-columnistas. Son muy eficaces, como demostró uno que al formarse el PRM siguió dentro del PRD inficionado como tremendo incordio, hasta que logrado su objetivo emigró al PRM poco antes de 2020.
Ahí repitió su táctica de subvertir la unidad interna hasta conseguir su ansiado decreto. Este no es, sin embargo, el peor ni más efectivo de quienes aparentan defender o apoyar al Gobierno —en propio provecho político— mientras minan la posibilidad de retener el poder en 2028, con su notoriedad repugnada, ineficacia escandalosa, corrupción impune o facciosa corrosión rampante.
Otros peligros acechan, como el cabildeo proteccionista que procura adicionar recargos arancelarios trumpistas a productos alimentarios para adueñarse del mercado interno en vez de fajarse a competir internacionalmente.
Reitero que sólo el empresariado posee suficiente buen criterio y músculo para ayudara a reorientar la política gubernamental, pero un Gobierno mal servido por ineptos y logreros requiere un liderazgo que separe la paja del trigo: los cambios necesarios deben basarse en sanas decisiones cuyo resultado aumente la prosperidad, estabilidad y paz social.
Nada daña más que quinta-columnistas que medran en la oscuridad. Aun no estemos con un pie en el menos aquí, sirven las últimas palabras de Goethe: “¡Luz, más luz!”.