Quién fue Matón

Quién fue Matón

Quién fue Matón

Ha llamado la atención de algunos el hecho de que una cantante bachatera, que actúa en los escenarios bajo el nombre artístico de Ámbar Díaz, se denomine a sí misma como La Nieta de Matón.

Según me dice un compañero de trabajo, él vio al productor de un programa meridiano de televisión decir que si al personaje le decían Matón debió ser por violento y autoritario.

Un amigo, destacado diputado al Congreso, oyente puntual de mi programa radial y a mucha honra para mí, me aseguró que al oír hablar de Matón le pasó por la mente la posibilidad de que se tratara de un hombre agresivo y que por eso se ganó ese apodo.

Entonces parece que vale responder la pregunta que sirve de título al presente escrito, y empezar por decir que bajo ese apodo se conoció nada menos que a Ramón Amézquita Díaz, nativo de los campos de Altamira, cantera de músicos típicos, el más grande y productivo de los cuales precisamente fue Matón.

Me cuenta el antiguo acordeonista y compositor don Fello Francisco, que vive y se va acercando felizmente a los cien años, que él conoció muy bien a este legendario acordeonista, por quien siente una extraordinaria admiración.

El papá de ese músico se llamaba Ramón, dice don Fello, y le apodaban Matón, por eso a su hijo empezaron a apodarle Matoncito o Ramoncito Matón, siguiendo el hábito muy arraigado en los campos dominicanos del pasado de establecer una asociación de cercanía entre dos personas relacionadas. Al morir el padre, al hijo y virtuoso acordeonista se le llamó indistintamente y con cariño Matón o Matoncito.

La obra de Matón fue la de un auténtico maestro. Por su inigualable arte de tocar el acordeón, por la calidad de sus composiciones merengueras y por el papel de verdadero maestro que jugó en la formación de figuras tan señeras de nuestra música típica como Bartolo Alvarado y Tatico Henríquez, Paquito Bonilla y Arsenio Caba, King de la Rosa y Diógenes Jiménez, para citar tan solo algunos casos.

En mis libros recojo los testimonios de ellos y otros más, así como la valoración que hacen de ese casi mítico acordeonista, grandes conocedores y ejecutantes del merengue folclórico como el ya desaparecido Chichito Villa y el ya mencionado Fello Francisco.

Todos destacan en él la condición del riguroso maestro. Y yo mismo, siendo muy joven, allá en los campos de Nagua, lo vi interrumpir más de una vez a algún acordeonista que iba tocando y según Matoncito estaba sacando ese merengue de su centro.

Mi hermana Elba, esposa que fue de Tatico Henríquez, me relata que ya con parte del cuerpo atrofiada por una trombosis, Matón se quedaba semanas enteras en casa de Tatico y tocaba el acordeón con la única mano hábil que le quedaba, para enseñarle trucos y rejuegos musicales al que resultó ser el más aventajado de todos sus discípulos.

Por demás, Matón fue uno de los profetas musicales a los que les tocó sembrar la semilla del merengue por el territorio nacional, un juglar, caminador incansable y trashumante, que dejó sus huellas en lugares tan distantes como los campos de Puerto Plata y de la Línea y las comarcas de Santiago y de toda la región Nordeste.

Su música hoy mismo me resulta difícil de describir. Más de una vez la gente me pregunta lo que tenía la música que Matoncito le sacaba a su acordeón y solo puedo confesar mi ignorancia y decirle lo único que alcanzo a responder: no sé con precisión lo que tenía, pero sonaba mejor y con más dulzura que todas las demás.

Así le salía del alma a quien lejos de ser violento y agresivo era un ser pacífico y festivo, con dejos de amor y de romance en sus canciones que aún hoy emocionan a cualquiera.

De Matón quedan sus composiciones, los merengues que en homenaje suyo se han compuesto, pero especialmente queda una herencia cultural que no debiera seguir perdida.

Hay que aplaudir a la artista bachatera que en un acto de coraje y lealtad a sus raíces toma el nombre de su abuelo para identificarse, como una forma de rescatar la memoria de Matón, en lo que las autoridades de Altamira, tierra natal y donde descansan los restos del personaje, ponen de pie el nombre y la obra de esta leyenda y hacen con él lo que hemos hecho los nagüeros con Tatico, para que Matón no termine por perderse para siempre en los largos y oscuros corredores del olvido.