Queridos enragés…
Hallé la siguiente columna de hace un lustro que parece oportuno repetir: El insustituible Rafael Herrera solía hacerse preguntas dizque tontas.
La prensa actual llena de pendejadas obliga a preguntarse: ¿por qué (separado “por” y “qué” y con tilde, ‘é”) puede creerse que el propio fracaso es de toda una generación?
¿Por qué algunos frustrados pretenden atribuir a otros, o peor a toda su generación, la propia incompetencia o amargura?
¿Acaso se mide el éxito solo por como hayan sido los logros o desengaños en la política? ¿O por la política? ¿Ser impecune significa fracasar? ¿Solo los corruptos, por corruptos, están auto-realizados suficientemente para carecer de penas y frustraciones?
¿Son patrióticos o pacíficos manifestantes quienes van de paracaídas a una fiesta ajena a fuñir? Estas preguntas quizás poseen legítima importancia, porque algunos dominicanos viven rumiando su desventura porque (junto, “porque”) muchas cosas no han sido como quisieron.
Pretenden embarrar a todos los demás con el estiércol de su alma, como si semejante catarsis fuera su propia cura. ¡Allahu Akbar! (¡Qué déjà-vu!).