Las quejas sobre la calidad de las atenciones del personal de salud en el pasado se reducía casi en su totalidad a la parte pública, pero en los últimos meses son abundantes las referentes a los servicios en el sector privado.
La pandemia convirtió los servicios médicos en uno de los negocios más lucrativos, pero de manera simultánea ha ido degradando su calidad.
La deshumanización en el trato empieza a dejar mucho que desear y requiere la urgente intervención de las autoridades sanitarias.
En los actuales momentos se nota mucho más el problema porque empieza a registrarse un aumento en la demanda de esos servicios luego de que una gran parte de la población postergara sus chequeos por casi dos años debido a la pandemia del Covid-19.
Los mismos prestadores de servicios de salud se han encargado de hacerle entender que lo de ellos es un negocio, teniendo la rentabilidad como el eje central.
Asumida esa realidad, entonces deben darle las atenciones adecuadas a sus clientes, aunque de manera eufemística se insista en llamarles “pacientes”.
Salud Pública, el Consejo Nacional de la Seguridad Social y la Superintendencia de Salud y Riesgo Laborales, tienen la responsabilidad de velar por el buen trato a las personas que requieren servicios de salud.
La Dirección de Información y Defensa al Afiliado de la Seguridad Social (DIDA) se ha mostrado como un organismo incompetente, incapaz de cumplir su rol.
El cliente (paciente) luce indefenso ante las deficiencias de los servicios ahora en los centros del sector privado.