Luego de la Carta Pastoral de enero de 1960 que comentamos en la pasada Bitácora para Lúcidos, centrada en el respeto a los derechos de todos los ciudadanos, asombra ver la postura de muchos sacerdotes y laicos durante la campaña electoral del 1962 y el gobierno de Bosch del 1963, negando radicalmente todo avance en la democracia y el reconocimiento de los derechos de los hombres y mujeres de esta tierra (consagrados en la Constitución del 1963), bajo el alegato de que eran políticas comunistas. ¿Que ocurrió en esos tres años y siete meses en la iglesia dominicana para provocar un cambio tan radical en muchos de sus voceros?
Todo comienza en torno a George F, Kennan, un historiador norteamericano que al finalizar la Segunda Guerra Mundial, ayudó a articular un discurso antisovietico para contribuir en la expansión de Estados Unidos a escala global. Junto con otros académicos y oficiales de inteligencia norteamericanos desarrollaron todo una ideología que terminó siendo el discurso anticomunista. Siempre aplicado en función de obtener ventajas para la expansión del capital norteamericano y el control militar y político de esta potencia en todos los continentes.
Mediante el anticomunismo se ahogaron en sangre las luchas anticolonialistas, reprimidos los esfuerzos de muchas sociedades de avanzar en la democracia, atacaron el reclamo justo de países de tomar control de sus recursos naturales en manos de multinacionales y proyectos de reforma agraria para llevar equidad a los campesinos, y hasta se catalogó de comunistas a grupos burgueses de países tercermundista que competían con las inversiones extranjeras.
Para ganar el alma de las Iglesias, la ideología anticomunista vinculó el ateísmo a los procesos de cambio social para obtener justicia y libertad. Muchos obispos, sacerdotes, religiosos y pastores protestantes fueron usados como tontos por los mecanismos ideológicos de Estados Unidos para frenar todo intento de reforma social y económica en América Latina. En los años 80 del siglo pasado basta leer los Documentos de Santa Fe en los que la tendencia derechista del poder norteamericano consideró que los obispos y sacerdotes que asumían la Teología de la Liberación eran comunistas y muchos de ellos fueron asesinados por los aliados locales.
Si ese era el contexto general para entender lo que pasó entre el 1962 y 1963, hay cuestiones más particulares. Una parte del clero español en el país venía de ser formado en el espíritu del nacionalcatolicismo, una tendencia católica española de raíces fascistas que le servía de legitimación al régimen franquista y que integraba la ideología anticomunista impulsada por los Estados Unidos. El otro aspecto es el conflicto entre la Revolución Cubana y la Iglesia Católica que trajo al país a varios sacerdotes que estaban en Cuba y llegaron con un intenso histerismo anticomunista.
Bosch al llegar al país se encontró con una sociedad dividida entre trujillistas y antitrujillistas, y fruto de su experiencia democrática en sociedades más avanzadas de América Latina, rompe ese falso dilema y plantea que el tema dominicano es lograr mayor justicia social. El anticomunismo, que había sido inoculado por el trujillismo en gran parte de la sociedad dominicana, se empleó para atacar la candidatura y el gobierno del PRD hasta lograr su derrocamiento. La cuestión de los sacerdotes con el discurso anticomunista está muy bien presentado en el libro de Eliades Acosta Matos titulado: Un debate de vida o muerte. Juan Bosch versus Láutico García, que recomiendo como lectura.