Qué lograron y qué cedieron Centroamérica y República Dominicana en la primera gira de Marco Rubio, secretario de Estado de EE.UU.
Hacía más de un siglo que América Latina no era el destino del viaje inaugural de un secretario de Estado de Estados Unidos.
Marco Rubio, el primer latino en ocupar el cargo, emprendió el sábado una gira de seis días por Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana.
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Lo hizo con el objetivo de comunicarles a los líderes de estos países cuáles son las prioridades de la administración Trump -deportar inmigrantes de forma masiva, contrarrestar la creciente influencia de China en la región y combatir el tráfico de fentanilo a su país- y pedirles que cooperen.
«No hay región del mundo que afecte más la vida individual de los estadounidenses que América Latina», había dicho en la víspera del inicio de la gira Mauricio Claver-Carone, el elegido por el presidente Trump como enviado especial del Departamento de Estado para América Latina.
Rubio también llevó consigo un mensaje muy claro, que no verbalizó hasta la tercera etapa del viaje, aunque había ido dejando señales desde el comienzo.
«Una de mis prioridades es asegurar que la política exterior de EE.UU. es una política en la que es mejor ser amigo que enemigo; es mejor ser aliado que alguien que crea problemas», subrayó el martes, durante una rueda de prensa conjunta con Rodrigo Chaves, el presidente de uno de sus socios históricos, Costa Rica.
Lo dijo sabiendo que Centroamérica es una región muy fragmentada, coinciden los analistas consultados por BBC Mundo, en la que imperaría el «sálvese quien pueda».
A continuación, te contamos qué se acordó en la gira de Rubio, que algunos han llamado de la «diplomacia de garrote» o incluso «de chantaje», y qué ganaron y qué cedieron los países centroamericanos y la caribeña República Dominicana.
Panamá
El presidente Trump llevaba días afirmando, sin presentar evidencia, que China opera el Canal de Panamá, construido por EE.UU. y traspasado al país centroamericano en 1999, y que quería «recuperarlo».
Y ese fue el principal mensaje que le llevó el jefe de la diplomacia estadounidense al presidente panameño, José Raúl Mulino, con una advertencia añadida: «En ausencia de cambios inmediatos, EE.UU. tomará las medidas necesarias para proteger sus derechos».
«La soberanía de Panamá no está en cuestión. El Canal es operado por nuestro país y así seguirá siendo», zanjó el mandatario panameño en una rueda de prensa.
Aunque Mulino logró mantener su posición, lo hizo a expensas de una serie de concesiones.
Por una parte, accedió a buscar la manera de «priorizar» a los buques estadounidenses que transitan por la vía interoceánica. Aunque la tensión por este punto se dispararía tres días después, cuando el Departamento de Estado anunció que Panamá había aceptado no cobrarles a los barcos estadounidenses por cruzar el Canal, algo que fue desmentido por Mulino, que lo tachó de «falsedad intolerable».
Por otra parte, el líder panameño se comprometió a no renovar el acuerdo de entendimiento que firmó con China en 2017 en el marco de la Ruta de la Seda, un plan estratégico de Pekín con ramificaciones geopolíticas y económicas.
Y también dejó abierta la puerta a revisar la concesión de los dos puertos que desde hace décadas opera a ambos lados del Canal una empresa con sede en Hong Kong, CJ Hutchison Holdings.
Christopher Sabatini, investigador del Programa de América Latina, Estados Unidos y las Américas del centro de estudiosChatham House, considera que las advertencias de Washington de retomar el control del Canal fueron una estrategia para obtener otros resultados.
«Pero en vista de todo lo que parecía estar en juego, las cesiones no son para tanto», le dice el analista a BBC Mundo.
«Lo que quedó claro es que lo de aliado es un término vacío si no coincide con los intereses de EE.UU.», destacó.
Washington también logró los objetivos fijados para la visita en materia migratoria, al comprometerse Panamá a ampliar el acuerdo alcanzado con el gobierno de Joe Biden para reforzar la seguridad en el Darién, la peligrosa ruta selvática que cientos de miles de migrantes han seguido en los últimos años para llegar a EE.UU., y aumentar las deportaciones desde su territorio.
Como resultado, el lunes Rubio presenció un vuelo de repatriación financiado por EE.UU. que partía del Aeropuerto Internacional de Albrook en Panamá y que devolvía a su país de origen a 43 colombianos.
Pero Mulino tampoco salió con las manos vacías de la visita del secretario de Estado.
«Se reforzó el nacionalismo y su figura se elevó», dice Sabatini, recordando las banderas panameñas que se multiplicaron en las calles. «Ahora puede decir que la mayoría de los expresidentes fueron corruptos y que él es distinto, y eso distrae la atención de su propia figura y los problemas domésticos».
El Salvador
La segunda parada del viaje de Rubio fue en El Salvador, donde el presidente Nayib Bukele accedió a todas las exigencias de su poderoso vecino del norte.
Y es que no solo aceptó recibir deportados de otras nacionalidades.
«También se ofreció a hacer lo mismo con criminales peligrosos que están actualmente bajo custodia y cumpliendo su condena en EE.UU., incluso si son ciudadanos estadounidenses o residentes legales», anunció el secretario de Estado de EE.UU. el lunes.
«Es un acuerdo sin precedentes, el más extraordinario del mundo», añadió.
Bukele después explicó en X que lo que ofrecía a la administración Trump era la posibilidad de «externalizar partes de su sistema penitenciario», recibiendo «criminales presos» en la megaprisión que mandó construir hace dos años para albergar a «altos rangos» de la MS-13 y la Barrio 18, a cambio de una tarifa «relativamente baja».
Tanto Rubio como Trump reconocieron que hay cuestiones legales que aclarar y que las están analizando. «Pero si tuviéramos el derecho legal de hacerlo, lo haría sin titubear», dijo el presidente estadounidense.
Por su parte, Washington se comprometió a ayudar a El Salvador en el desarrollo de la energía nuclear.
Pero no fue el único rédito del encuentro para el líder salvadoreño.
«Bukele consolidó su alianza con Trump y este lo pintó casi como su hijo favorito, un modelo a nivel regional», apunta Sabatini, el analista de Chatham House.
Y según el experto, el presidente salvadoreño también «se ganó el silencio» del gobierno estadounidense hacia sus controvertidas políticas de seguridad, con las que ha reducido dramáticamente los homicidios a expensas de convertir a El Salvador una de las naciones con las tasas de encarcelamiento más altas del mundo y con un estado de excepción que dura más de dos años.
«Se va a escuchar poca crítica al modelo Bukele desde EE.UU; no se va a hablar de la democracia o los derechos humanos en El Salvador, cuestiones que sí incomodaban a la administración Biden», le dijo a BBC Mundo Benjamin Gedan, director del Programa América Latina del Wilson Center.
Lo que quedó por saber del encuentro de tres horas que mantuvieron Bukele y Rubio es si se discutió la estrecha relación del gobierno salvadoreño con el de China.
Bukele fue fortaleciendo los lazos con el presidente Xi Jinping luego de su visita de Estado a Pekín en 2019, cuando China se comprometió a destinar millones en proyectos de infraestructura en El Salvador, incluida la flamante biblioteca nacional.
Y en abril de 2024, ambas naciones iniciaron negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio, aunque EE.UU. sigue siendo el principal socio comercial del país centroamericano.
«El no haber hecho mención pública a esto, mientras se armaba el escándalo por la presunta influencia china en el Canal de Panamá, deja claro que EE.UU. maneja estándares distintos para los países en lo referente a esta meta», remarca Sabatini.
Costa Rica
«Aquí viven más ciudadanos estadounidenses que costarricenses en EE.UU., y eso es señal de que algo se está haciendo bien», dijo Rubio en la tercera escala de su gira en Costa Rica el martes.
Con ello, describió al viejo aliado como una nación «ejemplar» que, por su seguridad y estabilidad, es más receptor que emisor de migrantes.
Miles de ellos llegan a territorio costarricense huyendo del gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, al que el secretario de Estado de EE.UU. calificó de «enemigo de la humanidad» junto con el de Cuba y el de Venezuela.
Aunque no todo fueron halagos para el gobierno que encabeza Rodrigo Chaves.
El jefe de la diplomacia estadounidense reconoció el deterioro de la seguridad en el país, asociado al crimen organizado, y se comprometió a apoyar las investigaciones contra las redes internacionales de tráfico de drogas y a ampliar la cooperación que ya existe al respecto.
«Vamos a ver cómo podemos involucrar a la DEA (Agencia para el Control de Drogas) y el FBI (Oficina Federal de Investigaciones) para trabajar bajo sus equipos de seguridad aquí», dijo Rubio.
En cuanto a su objetivo de reducir la influencia de Pekín en la región, EE.UU. le ofreció respaldo a Costa Rica para enfrentar lo que Rubio describió como el «chantaje» y la «amenaza» de las empresas chinas en el país, «que utilizan la coerción económica para castigar».
«Ustedes han sido muy firmes y vamos a seguir ayudándolos con eso», subrayó en la conferencia conjunta ofrecida en Casa Presidencial en la capital, San José.
Chaves cerró las puertas en 2023 a que el gigante tecnológico chino Huawei presentara una oferta para la red 5G del país, como respuesta a la negativa de Pekín a firmar un acuerdo internacional sobre ciberdelincuencia.
«Ha sido quizá el encuentro más cordial, una visita de reconocimiento a un aliado histórico», dice Sabatini sobre el paso de Rubio por Costa Rica.
Guatemala
Ya antes de la visita oficial de Rubio este martes, Guatemala se había mostrado abierto a cooperar con el gobierno de Trump, sobre todo en materia de migración.
El gobierno de Bernardo Arévalo fue el primero en recibir vuelos militares estadounidenses con deportados la semana pasada, en contraste con el inicial rechazo de su homólogo colombiano, Gustavo Petro.
Y en lugar de pronunciarse sobre las deportaciones, lanzó el plan «Regreso a casa» para acoger y reintegrar a los guatemaltecos expulsados por EE.UU.
Arévalo accedió a ir más allá y aumentar en un 40% los vuelos con deportados, que incluirán migrantes que no son guatemaltecos.
«Sobre los ciudadanos de otras nacionalidades, será una repatriación continuada», explicó el mandatario, añadiendo que está por verse cómo se llevará a cabo.
Asimismo, negó que se haya discutido recibir presuntos miembros del Tren de Aragua u otras pandillas procedentes de EE.UU. o «criminales convictos», como sí ofreció a hacer su par salvadoreño.
Y aceptó fortalecer la seguridad en los 300 kilómetros de frontera que su país comparte con México y que atraviesan migrantes de todo el mundo en su trayecto hacia EE.UU.
Otra de las áreas en las que Guatemala tiene el terreno ganado a la hora de construir una buena relación con EE.UU. es su reconocimiento de Taiwán, una isla con gobierno autónomo que China reclama como territorio propio. Es uno de los tres países latinoamericanos que lo ha hecho, junto con Belice y Paraguay.
El enviado especial de Washington para América Latina, Mauricio Claver-Carone, ya adelantó que su país está «agradecido» por ello con el presidente Arévalo. Guatemala «entiende la amenaza china», afirmó recientemente.
A las concesiones, EE.UU. respondió con la «disposición para establecer una alianza para el desarrollo de infraestructura prioritaria».
Las discusiones sobre esos posibles acuerdos en materia económica empezarán «en las próximas semanas», adelantó Arévalo, cuando llegue una delegación del gobierno guatemalteco a Washington.
«La respuesta permanente a la migración es traer el desarrollo para que la gente no tenga que dejar el país», dijo el mandatario sobre la misión.
«Arévalo reconoce que necesita el apoyo de Estados Unidos, incluso para su supervivencia política, y está jugando sus cartas de manera muy hábil», señala Sabatini.
República Dominicana
«No se le va a pedir a República Dominicana que acepte una oleada incontrolada de migración. A nadie se le puede pedir eso», dijo Rubio en una rueda de prensa conjunta con el presidente dominicano Luis Abinader este jueves, durante la última jornada de su gira latinoamericana.
Y con ello, dio un espaldarazo al controvertido endurecimiento de las políticas contra la inmigración haitiana que Abinader impulsa prácticamente desde que llegó al poder en 2020. Un enfoque, por otro lado, muy en la línea de Trump.
Su más reciente medida, anunciada en octubre, es la repatriación «a gran escala» de 10.000 de haitianos a la semana.
«Lo que consigue el gobierno dominicano (con el encuentro con el secretario de Estado Rubio) es el silencio permisivo de EE.UU. para sus políticas de migración», que incluyen también un aumento de redadas, la militarización de la frontera común y la construcción de un muro de 165 km entre ambos países, señala Sabatini.
República Dominicana comparte la isla de La Española con Haití, nación sumida en el caos desde el magnicidio en julio de 2021 de su último presidente electo, Jovenel Moïse.
De acuerdo a cifras oficiales, más de medio millón de haitianos viven actualmente en el país vecino, que tiene a su vez 11,2 millones de habitantes.
Una serie de pandillas violentas controlan parte del territorio de Haití y cerca del 80% de la capital del país, lo que ha obligado a miles de ciudadanos a huir.
«No existe solución dominicana al problema haitiano y el apoyo estadounidense es insustituible», dijo en la conferencia de prensa Abinader.
Y Rubio confirmó que su país seguirá apoyando la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS) en Haití, haciendo una excepcion a la suspensión de la asistencia extranjera de EE.UU. decretada por el gobierno de Trump.
La iniciativa, creada en respuesta a un llamado hecho en 2022 por el gobierno haitiano, respaldada por la ONU, financiada sobre todo por Estados Unidos e integrada principalmente por 400 efectivos kenianos, trabaja desde junio con la policía local para combatir las estructuras criminales y tratar de restablecer la seguridad en la nación insular.
Como contraprestación, el gobierno dominicano se comprometió a seguir cooperando en la lucha contra el tráfico de drogas «que tiene como destino final EE.UU.».
Y también acordaron explorar el potencial para la explotación de tierras raras, y adelantaron que anunciarán planes «en los próximos meses».
Así se cerró una histórica gira que llevó al Rubio, apenas una semana después de haber asumido el cargo de secretario del Departamento de Estado, a recorrer cuatro países centroamericanos y uno caribeño en seis días.
Una visita que ha sido una muestra más del significativo cambio en la política estadounidense hacia América Latina.
Pamela Starr, profesora de relaciones internacionales en la Universidad del Sur de California (USC), le explicaba a BBC Mundo que el giro consiste en volver a una lógica de la Doctrina Monroe y la idea de que EE.UU. debe ser el líder hegemónico al que siga América Latina, «tratando de expulsar a China» de la región.
Pero también hay «una vuelta a la actitud de la Guerra Fría donde no importa la política interna de los países latinoamericanos mientras sean aliados de EE.UU.: pueden ser regímenes autoritarios o democráticos», señala la experta.
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