En cada crisis mundial el oro se constituye en el refugio para los inversionistas públicos y privados. Suele ser una tabla de salvación para los países que explotan ese mineral.
En buena medida, el oro permitió mantener a flote las exportaciones dominicanas durante la pandemia.
Ahora, con el conflicto bélico en Europa por la invasión rusa a Ucrania, el oro ha empezado a subir, llegando a rondar los dos mil dólares la onza, con proyecciones de seguir al alza.
En momentos de crisis como esta, en la que suben los precios de commodities como el petróleo, trigo, sorgo y soya, que República Dominicana no produce, nos quedamos como simples expectantes con poca posibilidad compensatoria. Pero no tendría que ser así.
Este país tiene la posibilidad de multiplicar su capacidad de producción de oro y ser un actor en los movimientos de los mercados internacionales, pero para eso debe definir una política clara sobre qué queremos de la minería.
Es imposible pretender cualquier actividad humana sin que haya impacto en el medioambiente; la minería no es la excepción.
República Dominicana tiene que definir qué hacer con sus recursos mineros, en especial el oro, sopesando los pro y los contra de su explotación para hacer la comparación costo-beneficios.
El oro está ahí, ¿qué haremos con él?