«Para el Día de la Madre pedí una cosa: un servicio de limpieza para la casa. Baños y pisos específicamente, ventanas si el costo extra era razonable».
Así empezaba el artículo «Las mujeres no fastidiamos, simplemente estamos hartas», que Gemma Hartey escribió para la revista Bazaar hace un par de años.
«El regalo, para mí, no era tanto en la limpieza en sí, sino el hecho de que, por una vez, no estaría a cargo del trabajo de oficina del hogar. No tendría que hacer las llamadas, obtener cotizaciones, organizar el pago y programar la cita», explicó.
«El verdadero regalo era liberarme del trabajo emocional«, puntualizó.
El artículo fue compartido más de un millón de veces.
«Le hizo sentido a muchas mujeres», le dijo al programa de la BBC «Análisis» Hartey, quien más tarde escribió el libro «Hartas, navegando y redefiniendo el trabajo emocional para siempre».
«El trabajo emocional es el trabajo no remunerado que los hombres aún no comprenden», afirmó la autora.
¿Y tú, lo comprendes?
Tanto en la economía como en la consciencia pública ya está más claro el concepto del valor del tiempo extra dedicado al trabajo no remunerado, que incluye tareas fáciles de medir -como cocinar, por ejemplo-, pero no el tiempo y el esfuerzo que se requieren para planificar lo que habrá para cenar, qué alimentos hay que comprar, cuál de los niños comerá esa verdura y cuál no…
Es un tipo diferente de trabajo no remunerado que se hace constantemente en la mente.
El trabajo emocional «es un trabajo invisible que realizan generalmente las mujeres para mantener todo funcionando sin problemas: es un flujo constante, que nunca se apaga«, señaló Hartey.
Para ilustrar el concepto, Hartey le contó a la BBC qué había pasado al final de ese Día de la Madre, luego de que su regalo resultara en un fracaso.
«Me tropecé con la caja de papel de regalo que mi esposo había sacado de un estante alto dos días antes y había dejado tirada en medio de nuestro armario. Para poder guardarla, tuve que traer una silla de la cocina, pues -a diferencia de él- yo no alcanzaba el estante en el que había que ponerla.
«Al verme, me dijo: ‘Sólo tenías que pedirme que la guardara‘.
«En ese momento, estallé en llanto y le dije: ‘Ese es el problema. No quiero tener que pedirte que hagas cosas que son realmente obvias. Quiero que te des cuenta de lo que debe hacerse y lo hagas sin que dependa de que yo te lo diga’.
«Traté de explicarle que es difícil ser quien constantemente se fija en lo que hay que hacer, ser quien delega todo el trabajo o ser quien termina haciéndolo».
Las 3 erres
Esta carga implacable, y en ocasiones abrumadora, puede afectar la salud mental.
«Hay evidencia de que estar sobrecargado produce depresión y agotamiento mental, por tener que hacer demasiado trabajo remunerado y no remunerado en circunstancias muy estresantes», le dijo a la BBC la profesora emérita Diane Elson, quien es economista y socióloga.
Para evitar ese tipo de agotamiento, Elson tiene una fórmula que llama las 3 Rs
«Reconocer, reducir y redistribuir el cuidado no remunerado y el trabajo doméstico entre mujeres y hombres«.
Hay una generación más joven de hombres dispuestos a desempeñar un papel más importante, especialmente en el cuidado de los niños y también, en cierta medida, el cuidado de sus padres ancianos.
La pregunta es si pueden hacerlo.
«¿Tienen permiso parental o está tan mal pagado y es tan corto que realmente no es útil? ¿Pueden organizar sus horas de trabajo para poder involucrarse más con las labores emocionales?», pregunta Elson.
«En los últimos 30 años hemos hablado mucho acerca de que más mujeres puedan trabajar en empleos remunerados, pero también necesitamos hablar sobre cómo lograr que más hombres trabajen sin remuneración«, apunta la profesora emérita de economía y sociología.
El gobierno y los empleadores podrían hacer mucho para ayudar, pero gran parte del cambio tiene que venir del ámbito doméstico.
Los hombres no van a ayudar
Gemma Hartley finalmente logró que su esposo entendiera el concepto, tras varias conversaciones.
«No se trata de culpar a los hombres«, enfatiza.
«Pero, sobre todo, tampoco se trata de que ‘los hombres ayuden más’.
«La palabra ‘ayudar’ sigue dejando toda la responsabilidad sobre las mujeres e implica que cuando los hombres hacen algo del trabajo emocional, merecen crédito extra.
«Esa mentalidad tiene que cambiar si queremos un cambio real».
Pero, ¿por qué lo harían?
Seamos honestos.
Si tienes la oportunidad de llegar, tras un día de arduo trabajo, a un hogar ordenado y limpio, en el que mágicamente aparece la cena frente a ti, y te puedes ir a ver TV mientras alguien está lavando los platos, la ropa y demás, ¿querrías cambiar la situación?
Quizás, por culpa, amor o respeto, sentirías que tienes que ayudar más pero ¿cuántos de nosotros, seamos hombres, mujeres o cualquier otra variación de género, lucharíamos por el derecho a asumir tareas como organizar quién cuida a los niños cuando no vas a estar u ocuparte de que haya papel higiénico en el baño que sea barato pero no demasiado áspero?
Hartley asegura que el trabajo emocional «nos conecta con nuestras vidas, con tus hijos, tu pareja» ya que «te pone en igualdad de condiciones con tu pareja, te entiendes mejor… los beneficios realmente enormes».
Lindo, pero quizás esto te convenza más
«Las parejas más igualitarias tienen más sexo que las convencionales».
¡Qué tal ese incentivo!
Dan Carlson, de la Universidad de Utah, EE.UU. ha hecho varios estudios comparando parejas tradicionales o convencionales -en las que los hombres se encargan de menos de un tercio del trabajo doméstico y cuidado de los niños- con parejas igualitarias -en la que los hombres lo comparten más equitativamente-.
Estas últimas, le dijo a la BBC, «reportan niveles más altos de satisfacción con sus relaciones en general. Los niveles de discordia son más bajos; es menos probable que piensen en el divorcio o la separación; tienen menos probabilidades de tener argumentos físicos y, lo que gran parte de mi investigación ha demostrado es que las parejas igualitarias copulan más a menudo».
Más que justo
El interrogante que intriga al sociólogo es, más allá de una perspectiva de justicia social, por qué es importante el igualitarismo: qué ganan las parejas, especialmente los hombres, en relaciones igualitarias.
«Nuestra investigación muestra que conducen a relaciones de mejor calidad y, más intimidad, una conexión y un vínculo más fuerte, y sí, ese otro beneficio».
Y los resultados no hablan sólo de cantidad sino también de calidad.
«Sí, claro, la satisfacción sexual también aumenta, por el hecho de que una relación igualitaria requiere más comunicación, más cooperación, más consideración y eso se reproduce también en el dormitorio.
«Las parejas son más receptivas, tanto hombres como mujeres reportan una mayor autoeficacia (creer que eres capaz de lograr algo con éxito) sexual, por lo que sienten que pueden decirle a su pareja lo que desean», explicó Dan Carlson.
1, 2 y 3
Con relaciones más felices, hay menos divorcios, una gran ganancia no solo para las parejas y sus hijos, sino también para la sociedad en general.
Y el que menciona Carlson es uno de los 3 factores más importantes para mantener a las parejas juntas, según una investigación realizada por un respetado think tank estadounidense, el Pew Research Center:
- Fidelidad
- Una vida sexual satisfactoria
- Compartir el trabajo doméstico
«La 2 y la 3 están íntimamente entrelazadas», señala el sociólogo. Y con esas dos aseguradas, probablemente es más fácil garantizar la 1.
Tomado de BBC Mundo