Cada 15 de noviembre, el Día Mundial sin Alcohol invita a reflexionar sobre los riesgos que rodean el consumo de bebidas alcohólicas. Aunque se sabe que el abuso sostenido es perjudicial, existe una modalidad que crece especialmente entre los jóvenes y que preocupa a especialistas de distintas áreas: el binge drinking, o consumo episódico excesivo.
Se trata de una conducta que, lejos de ser un fenómeno aislado, se ha integrado a la vida social como parte de la diversión nocturna, despedidas, celebraciones y reuniones informales. Pero, según médicos, psicólogos y especialistas en salud pública, los efectos de estos “atracones de bebida” pueden ser devastadores incluso si no ocurren todos los días.
Cuando beber se convierte en competencia
El consumo acelerado y la cultura del exceso
La práctica consiste en tomar una gran cantidad de alcohol en muy poco tiempo, con el objetivo explícito o implícito de llegar rápidamente al estado de embriaguez. En mujeres, equivale a cuatro o más bebidas en dos horas; en hombres, cinco o más. Sin embargo, en la práctica, los jóvenes superan con facilidad esas cifras.
Diversos especialistas coinciden en que el binge drinking está profundamente arraigado en la cultura contemporánea:
- Los “previas” antes de salir.
- Las promociones 2×1 y barras libres.
- La presión grupal para “aguantar” y “seguir el ritmo”.
- La idea de que beber hasta perder el control es señal de diversión.
Todo esto contribuye a normalizar una conducta que, vista desde la perspectiva médica, se considera una forma de intoxicación voluntaria.
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Riesgos inmediatos que suelen pasar desapercibidos
Mucho más que mareos o vómitos
Los especialistas señalan que el binge drinking es una de las conductas más peligrosas asociadas al alcohol, porque concentra en pocas horas niveles tóxicos para el organismo. Entre los efectos inmediatos se encuentran:
- Pérdida de conciencia y lagunas mentales.
- Intoxicación severa, que puede requerir atención médica urgente.
- Mayor impulsividad, que se traduce en peleas, agresiones o decisiones sexuales sin protección.
- Accidentes de tránsito y lesiones traumáticas.
- Riesgo de muerte por depresión respiratoria, especialmente si se mezcla alcohol con drogas.
En los servicios de emergencias, los fines de semana suelen incrementarse los casos de jóvenes que llegan por intoxicación alcohólica aguda. Muchos de ellos no recuerdan lo ocurrido, lo que los médicos describen como un signo de daño neurológico significativo.
El cerebro joven: la víctima invisible
Por qué el binge drinking afecta especialmente a los menores de 21 años
El cerebro continúa desarrollándose hasta los 21 o incluso 25 años. Durante esta etapa, estructuras como la corteza prefrontal —relacionada con el control de impulsos, el juicio y la toma de decisiones— son extremadamente vulnerables a sustancias neurotóxicas como el alcohol.
Los especialistas advierten:
- Una sola intoxicación puede alterar la memoria a corto plazo.
- La repetición de episodios puede acelerar el deterioro neurocognitivo.
- El daño puede manifestarse décadas después en forma de dificultad para concentrarse, aprendizaje lento o baja tolerancia al estrés.
En palabras de expertos en neurología: “El alcohol deja cicatrices invisibles en el cerebro joven”.
Cuando el episodio se repite: consecuencias a largo plazo
Enfermedades crónicas, problemas emocionales y deterioro social
El binge drinking no siempre evoluciona hacia el alcoholismo, pero aumenta significativamente la probabilidad. Además, con el tiempo puede desencadenar:
- Enfermedades hepáticas como hígado graso, hepatitis alcohólica y cirrosis.
- Problemas cardíacos e hipertensión.
- Trastornos de ansiedad y depresión.
- Déficit de memoria persistente.
- Abandono escolar o bajo rendimiento académico.
- Dificultades laborales y conflictos interpersonales.
Los psiquiatras destacan que muchas personas desarrollan una relación problemática con el alcohol sin considerarse “alcohólicas”, porque su consumo es intermitente. Sin embargo, el daño avanza igual.
Un fenómeno que tiene origen en el hogar
Los jóvenes aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan
Diversos estudios señalan que la forma en que los padres consumen alcohol influye directamente en el comportamiento de los hijos. Los especialistas lo resumen de manera contundente:
“Los adolescentes no imitan los discursos, imitan las conductas”.
Si en el hogar se normaliza:
- beber a diario,
- tomar para relajarse,
- manejar después de consumir alcohol,
- o usar la bebida como herramienta social,
es mucho más probable que los jóvenes adopten patrones de riesgo.
La otra cara del problema: el silencio
Vergüenza, estigma y falta de espacios para pedir ayuda
Muchos jóvenes y adultos que atraviesan consumos problemáticos no buscan acompañamiento por miedo al juicio social. Se asocia el alcoholismo con una “falla moral” o una “falta de carácter”, cuando en realidad se trata de una enfermedad multifactorial.
Los grupos de ayuda mutua como Alcohólicos Anónimos, centros comunitarios y equipos interdisciplinarios son fundamentales para romper ese silencio y ofrecer contención.
¿Cómo prevenir el binge drinking
Acciones concretas para familias, instituciones y jóvenes
Para los padres:
- Modelar hábitos saludables.
- Hablar de alcohol sin tabúes.
- Fomentar actividades recreativas ajenas a la bebida.
- Establecer límites claros, coherentes y sostenibles.
Para escuelas y comunidades:
- Implementar programas de educación emocional.
- Crear espacios de escucha y orientación.
- Trabajar en red con centros de salud y organizaciones.
Para jóvenes y adultos:
- Aprender a reconocer señales de alerta.
- Evitar los “atracones”.
- Planificar el regreso a casa sin conducir.
- Buscar ayuda profesional si el consumo genera problemas.
Un desafío cultural
Beber menos no es solo una decisión individual, sino colectiva
En sociedades donde el alcohol se asocia a celebración, amistad, alivio o pertenencia, modificar la relación con la bebida es un proceso complejo. Sin embargo, cada Día Mundial sin Alcohol recuerda que la reducción del consumo no se logra con prohibiciones, sino con educación, empatía y alternativas sanas de convivencia.
El binge drinking no es simplemente una moda juvenil: es un problema de salud pública, con costos humanos y sociales que se profundizan cuando se ignora. Visibilizarlo es el primer paso para cambiarlo.