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¡Qué difícil es ser demócrata!

La esencia de los debates sobre la democracia moderna es muy seductora. A veces estos empiezan con los gobiernos, pero siempre terminan con la gente.

Porque es justamente, los de abajo, el ciudadano común, quien mantiene avivado el tema de discusión sobre lo difícil que cuesta ser demócrata en estos tiempos.

El concepto de demócrata puede entenderse de dos formas principales: como una actitud o creencia política y como una afiliación partidaria (dependiendo del país).

En sentido general, la democracia es una actitud o creencia política; es decir, el demócrata es una persona que defiende los principios, reglas y valores de la democracia.

Estos principios son la soberanía popular, los derechos humanos, las libertades individuales, la igualdad ante la ley, la participación ciudadana en la vida política, elecciones libres, periódicas y transparentes, y el respeto a la división de poderes. En el otro extremo, ser demócrata está relacionado a la filiación política (sentido partidario). En los Estados Unidos, está el “Partido Demócrata”.

Una radiografía rauda hacia ese modelo de partido, indica que se inclinan a posiciones como mayor intervención del Estado en la economía, la protección del ambiente, la defensa de los derechos civiles y sociales, apoyo a programas sociales y de salud pública, posturas más progresistas en temas como inmigración, aborto, igualdad de género, etc. ¿Qué ocurre si no se entienden estos conceptos?, ¿qué es lo que se puede hacer? La respuesta está en adoptar la educación cívica desde la escuela y desde los medios de comunicación, ahora redes sociales, para que pueda surgir el acceso a la información clara y confiable, y exista el diálogo democrático, como una forma de participación en la vida pública.

En estos días se ha alborotado el tema de la corrupción de República Dominicana, generándose de alguna manera un debilitamiento de la democracia; estamos convirtiendo la sociedad en un muladar, donde nadie parece comprender ni valorar la democracia.

De continuar por ese camino se va a generalizar un desinterés social, y además se corre el riesgo de la abstención electoral.

En las democracias modernas el voto es una herramienta clave para elegir a quienes tomarán decisiones que nos van a servir.

¿Por qué es tan difícil la democracia? Karel Havlicek “advierte a los ciudadanos que no se dejen arrastrar a ningún juego de señores y estén alertas ante cualquier autoridad”; en un conocido verso de Goethe, Palacky subraya que “el hombre no es ni martillo ni yunque, que no pertenece al apartado de las herramientas, que no es simplemente algo más sino alguien completamente distinto”; Nietzsche consideraba “a la democracia, igual que al cristianismo, un fenómeno decadente y le reprochaba ser producto y productora de mediocridad”; Karel Capek afirmó que el hombre debe servir a cien amos, no a uno solo; desde Schiller y Schelling, pasando por Nietzsche, la atención se centra en el “omnipotente, omnipresente, omnisciente Estado” como el mayor de todos los males, la más despiadada de todas las bestias.

Los grandes sistemas políticos acostumbraron a la humanidad “a vivir en una paz basada en arsenales de armas destructivas, preparadas para intervenir en cualquier momento”. Si hay fórmula para sortear la dificultad para la democracia, la respuesta está, sin duda, en la libertad el hombre.

El suministro de información y de producción está devastando al hombre, por ello, quien no se ajusta al modelo, sobra. Y la democracia se confunde, hasta poder compararla con parábolas históricas de lo humano. ¡Abro hilo!

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