Moscú.- El presidente ruso, Vladímir Putin, admitió hoy en un documental que horas antes de la inauguración de los Juegos de Invierno de Sochi el 7 de febrero de 2014 ordenó el derribo de un avión de pasajeros turco que había sido secuestrado, aunque poco después se supo que era una falsa alarma.
“Me informaron de que un avión que volaba entre Ucrania y Estambul había sido secuestrado y que los captores demandaban aterrizar en Sochi”, dijo Putin en el documental divulgado a una semana de las elecciones presidenciales.
Seguidamente, Putin consultó con sus asesores de seguridad, que le informaron de que en esos casos el plan de emergencia indica que la única opción es derribar el aparato, en el que viajaban 110 pasajeros.
Al parecer, los pilotos del Turkish Pegasus Airlines -un Boeing 737, que volaba de la ciudad ucraniana de Járkov a Estambul- informaron de que uno de los pasajeros llevaba una bomba y que tenían que cambiar de ruta y dirigirse a Sochi (mar Negro).
Entonces, justo antes de llegar al estadio Fisht, con más de 40.000 asientos, a bordo de un autobús junto a varios miembros del COI para la apertura de los Juegos, Putin ordenó a los militares que “actuaran de acuerdo al plan”, es decir, que abatieran el aparato.
El director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB), Alexandr Bórtnikov, reconoció que la aviación rusa fue movilizada con la misión de impedir que ese avión penetrara en territorio nacional.
Putin asegura en el documental que no le contó nada a los que le acompañaban en el microbús, a los que intentó tranquilizar, y que no supo que se trataba de una falsa amenaza hasta varios minutos después cuando ya se encontraba en el interior del estadio.
“Después tuve una segunda llamada en la que el mismo jefe de seguridad me dijo que había sido una broma de un borracho y que el avión se dirigía a Turquía y pronto aterrizaría”, comentó en un documental para la televisión pública colgado en las redes sociales.
En respuesta a la pregunta de cómo se sintió al conocer la buena noticia, Putin respondió que era mejor no hablar de ello.
Rusia movilizó buques de guerra, baterías antiaéreas y decenas de miles de policías y tropas de Interior para garantizar la seguridad de los Juegos más caros de la historia, que habían sido amenazados por la guerrilla islamista del Cáucaso.