*Por Danilo Minaya
La Novia del Atlántico ha recibido fuertes críticas por un hecho que forma parte de los valores dominantes de nuestra cultura. Sus descendientes debemos recordar que esta ciudad es más de lo que se dice en los medios.
Algunos datos históricos: Nuestra “tacita de plata” de 1,856 kilómetros cuadrados, tres veces fundada, desde la primera en 1502 hasta la tercera en 1865, convertida en centro del poder político del país y declarada provincia en 1907, ha sido considerada como la Torre de Babel del Caribe por la diversidad de migración extranjera.
La ciudad más importante del litoral norte tiene en su haber, ser cuna del origen de las Américas, de su primer ayuntamiento, primer asentamiento europeo y donde fue auspiciada la primera misa del nuevo mundo, hecho que demuestra los niveles de religiosidad de la región.
Esa, a la que tanto se ha criticado, es precursora de la gesta restauradora, con su primera espada defensora en las manos de Gregorio Luperón y de la lucha antitrujillista, con sus expediciones – Maimón y Estero Hondo – del 14 de junio del 59, madre de otros ilustres puertoplateños, tales como Emilio Pru’D Homme, Eduardo Brito, Emilio R. Demorizi, las educadoras, Virginia E. Ortea y Antera Mota entre otros/as. Son solo algunas referencias del pasado para entender el presente.
Esta ciudad, tiene las dos principales reservas de Ámbar del país, el primer funicular de su clase en el caribe, una diversidad gastronómica, santuario de mamíferos marinos, artesanía autóctona, arquitectura valiosa de estilo Victoriano, destino de sol y playa, con atracciones turísticas y una mezcla de culturas infinitas.
La llegada o recibimiento del peregrino a esta ciudad, responde a factores sociales que no es más que el reflejo de la anomia que padece nuestra sociedad, estamos frente a un hecho social o hecho religioso, matizado por la búsqueda de la piedad divina, ante la falta de respuestas por los efectos de la crisis sanitaria.
¿Cómo manifiesta la “Democracia” el acceso a los derechos sociales? La religión está configurada y condicionada por la sociedad, al mismo tiempo que la sociedad es condicionada por la religión.
Este hecho religioso y el contexto social estarán siempre relacionados, tiene una repercusión social que a su vez lo determina. Es una respuesta existencial de conciencia social colectiva.
*El autor es arquitecto