Un caso de abuso sexual contra menor, en el que está involucrado un exponente del mundo del espectáculo conformado por los denominados “urbanos”, ha vuelto a sacar al fantasma de la prostitución infantil, que representa una derrota para cualquier sociedad.
Esta situación muestra uno de los tantos rostros que tiene la vulnerabilidad de los niños, niñas y adolescentes en los países, especialmente en los más pobres.
Este fenómeno se da en el mundo entero, en todas las sociedades, pero con mayor magnitud en las naciones con mayores índices de pobreza.
Al nivel internacional se celebra, sin mucha estridencia, el Mes contra el Abuso Infantil, pero ese, como de costumbre, no ocupa la atención de los grandes foros de discusión como debiera, de acuerdo a la magnitud del problema.
Por primera vez en su historia en República Dominicana se instaura un Gabinete para la Infancia, pero se requiere también de inversión aceptable para la protección de la niñez.
De igual manera, es indispensable una conciencia nacional que se interese en atacar las prácticas perjudiciales a estos, que son los más débiles entre los vulnerables.
La historia que está detrás del caso en cuestión se repite con mucha frecuencia: adultos repudiables que con su dinero prostituyen a menores; familias despreocupadas y hasta cómplices y un Estado con grandes deficiencias en materia de protección de este desvalido segmento de la sociedad.
Casos como este interpelan a la nación en su conjunto. No volvamos a quedarnos en los lamentos y ojalá que este episodio despierte acciones contra este desgarrante fenómeno.