Propiciar la reconciliación

Propiciar la reconciliación

Propiciar la reconciliación

Altagracia Suriel

Muchas personas cargan una cruz autoimpuesta, la del rencor. Vivir desde el odio y la amargura por ofensas recibidas es una condena eterna.

No en vano Jesús nos invita al perdón y a la reconciliación. El siempre quiere lo mejor para nosotros, por eso nos invita a librarnos de todo aquello que nos ata al pecado. El rencor desencadena discordia, violencia y muerte.

Cuántas vidas se hubieran salvado en este mundo si se optara por la reconciliación en vez del rencor? La reconciliación entre las naciones, en las comunidades, en las personas es el camino de la paz y la armonía.

Un paso para asumir la reconciliación es comprender que las personas somos limitadas y podemos cometer errores. Se asume más fácil el perdón al no personalizar las ofensas asumiéndolas como expresión de la naturaleza humana.

También entender lo malo que nos pasa como lecciones de vida que nos ayudan a ser mejores personas y a expresar lo mejor es una llave que cierra la puerta al odio.

Jesús nos enseñó que las ofensas también surgen de la ignorancia, por lo tanto hay que ser tolerantes y comprensivos frente a ellas.

Si alguien elige la senda del odio es porque no es consciente del daño que se hace a sí mismo. Frente al daño causado, Jesús eligió orar, callar, soportar y perdonar enseñándonos que el mal se combate con el bien. Que el odio se vence con el amor y el rencor con el perdón.

Un gran ejemplo de perdón y reconciliación fue San José. Vivió la incertidumbre de pensar que había sido víctima de una infidelidad. En vez de optar por aplicar la ley mosaica que mandada el apedreamiento contra las mujeres infieles, José optó por una medida pacífica que no dañara a nadie.

Profundizando en la actitud heroica de San José ante lo incomprensible, el Papa Francisco en la CARTA APOSTÓLICA PATRIS CORDE nos dice que “José acogió a María sin poner condiciones previas. Confió en las palabras del ángel.

La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda de cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio»