Procrastinar

Procrastinar

Procrastinar

Ana Blanco

Ya ha pasado un tiempo desde que de lo único que hablábamos era de una pandemia. En cierta forma parece lejano, como si hubiera pasado hace mucho, mucho tiempo. Pero no hace tanto. Creo que de alguna manera a todos nos ha dejado una huella, a unos más, a otros menos.

De lo que estoy convencida es que todos cambiamos, salimos diferentes a como entramos, aunque muchas de las lecciones que nos vino a traer ese “bicho” se nos hayan olvidado.

En mi caso, pudiera escribir varias columnas sobre lo vivido, pero hay algo en particular con lo que salí de esta experiencia que sigo arrastrando y que ya he tenido que aprender a manejar: la procrastinación.
Antes de, era una persona organizada, con una agenda en la cabeza hecha a la perfección, capaz de hacer mil cosas a la vez. Ahora todavía las hago, pero pospongo, alargo, olvido y rehago las cosas fluyendo mucho más.

En ocasiones es positivo, porque trae consigo soltar el control de todo, algo que es humanamente agotador. Pero en otras es altamente estresante porque al final acabo haciendo las cosas en el último minuto o simplemente no las hago.

No sé, imagino que con el tiempo todos cambiamos y debemos aceptar las cosas buenas y malas que eso trae, pero vivir esa época de incertidumbre que nos hizo plantearnos tantas y tantas cosas, me dejó esta nueva faceta de mi personalidad que realmente me sigue costando manejar.

A veces le quito importancia, otras, me desespera y la mayoría de las veces pienso que debo ser más amable conmigo y pensar que al final lo importante es seguir haciendo las cosas, aunque no sea de la manera en la que antes lo hacía. Eso también lo aprendí con la pandemia: a ser más permisiva conmigo.