Proceso inflacionario

Proceso inflacionario

Proceso inflacionario

Por Luis Santos Burgos*

La caída de la economía global como efecto de la pandemia, de amanera automática produjo una caída de los tipos de interés en los mercados de capitales y la política monetaria expansiva orientada al otorgamiento de facilidades de liquidez y cambios temporales en las normativas, entre otras, permitió la reestructuración de cartera y acceso a nuevos préstamos con tasas fijas y mayor plazo de vencimiento, redujo los riesgos de impagos de cartera en el sistema financiero.

La política fiscal expansiva se orientó en mantener los niveles de consumo, estableciendo programas de asistencia y transferencias financieras a los  hogares y en otro caso, compensando la nómina de las empresas durante proceso de confinamiento social, lo que conjuntamente con la necesidad de garantizar la saludad pública, elevo los niveles de la deuda soberana y por cuanto, mayor nivel de insostenibilidad fiscal  a nivel global.

El esfuerzo conjunto a nivel monetario y fiscal ha resultado tangencialmente controversial. La economía global que en 2020, había tenido una fuerte contracción de 3.3%, apenas un año 2021 inicia su fase de recuperación, registrando un  crecimiento de 5.7%; sin embargo, a final de 2021 la economía confronta altos niveles expectativas inflacionaria y de insuficiencia de inventario que se han acentuado al cierre del primer cuatrimestre de 2022

La situación de precariedad de inventario se complica con el rebote del Covid-19, acaecido en China ha inicio de 2022 y el aumento en los precios internacionales del petróleo, las materias primas y los contenedores, de modo, que la cadena global de bienes y servicios sigue confrontando interrupciones en su dinámica natural y además, permanece el efecto de la gran expansión monetaria global.

La economía de los EE.UU y la UE, desde final de 2021 venían experimentando severas distorsiones inflacionarias a nivel comparable con la década de los 80 y los 90, al igual que los países de mercados emergentes y en desarrollo, así como, las economías de AL y C, aunque en menor volumen también incurrieron en fuertes impulsos monetarios y fiscales tanto en 2020 como también durante 2021.

La política monetaria tiene como función principal garantizar la estabilidad de la inflación como elemento fundamental de la estabilidad macroeconómica. En ese orden, los bancos centrales como hacedores y diseñadores de la política monetaria tienen la responsabilidad de mantener estable el nivel de inflación dentro de determinado rango acorde con las metas de crecimiento del producto.

En efecto, la reserva federal de los EE.UU,  en la semana que concluye elevo su tasa de referencia a  0.75%, la más altas desde los 80, con lo cual reafirma su política de restricción monetaria a los fines de continuar desacelerando la economía y reducir los niveles de inflación, actualmente 8.6%, la mayor en los últimos 40 años. Mientras en la eurozona alcanzo 8.1% luego de haber reportado 7.4% en el mes de abril. Queda evidente que los bancos centrales no han logrado controlar la inflación, pues la misma se comporta fuera de los parámetros o rangos metas establecidos.

La fase de recuperación en 2021, se gesta de manera desordenada, cuyo resultados se expresa en los desequilibrios macroeconómicos que están presente en la economía global, y que se agrava con el conflicto entre Rusia y Ucrania, que adquiere mayor dimensión con la sanciones a nivel global contra Rusia que lidera EE.UU y la UE, parcialmente explicando el actual proceso inflacionario.

Previo el aumento anunciado por Fed de los EE.UU, organismos multilaterales como el FMI, el Banco Mundial y Cepal, realizaron ajuste hacia la baja en las perspectivas de crecimiento de la economía mundial, 2.9% para 2022, cuando las previsiones a inicio de año marcaban 4.1% y 3.6%. Además, las previsiones de algunos especialistas de importantes entidades financieras, apuntan en torno a los riesgos de una posible Gran Recesión sobre la economía global en el presente año 2022.                           

                                

*El autor es economista, MA.

 

 



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