La crisis interna que sacude al Partido de la Liberación Dominicana no puede asumirse como un hecho aislado, aunque su raíz radica básicamente en la rivalidad incubada por años entre el expresidente Leonel Fernández y el presidente Danilo Medina.
Sencillamente, este es el momento en que esta confrontación llega a su clímax, y hay que pensar en el daño que sufre el sistema de partidos y también la democracia del país.
La división del PLD tiene repercusión muy nefasta en el orden institucional, en virtud de que el liderazgo que fue cimentado en esta organización ha podido contribuir a la estabilidad en la paz social, económica y política durante 20 años.
El bipartidismo que por décadas ha dominado el espectro político, ahora muere para dar paso a la presencia del liderazgo ganado por el expresidente Fernández, mientras que el presidente Medina asume el papel hegemómico en el PLD.
La guerra a muerte que hubo en ese partido con la simulación de amistad y de un alegado respeto en los espacios y en el tiempo, ha salido a la luz, y ya la población tiene pleno conocimiento de que estos dos líderes escondían una enemistad que constituye la causa para que hoy el PLD esté dividido con repercusiones claras en las elecciones de 2020.
Nadie, principalmente los partidos de oposición, puede alegrarse de que los líderes peledeístas no puedan verse la cara y transiten caminos divergentes, porque este hecho y otros que se han materializado en los partidos Reformista Social Cristiano y Revolucionario Dominicano solo conducen a una reflexión sobre la necesidad de un replanteamiento en el ejercicio de la clase política.
Por más que se quiera ocultar, la sociedad dominicana adolece de un liderazgo político con la madurez para subsanar una crisis institucional que amenace el orden democrático parecida a la sufrida por la fraude denunciado en 1994, que obligó a recortar el periodo a dos años del expresidente Joaquín Balaguer y que permitió que Leonel Fernández ganara en los comicios de 1996.
Me preocupa que nuestra clase política no tenga la madurez suficiente para subsanar peligros y amenazas que se observan en lo inmediato, por lo que albergo el temor de que el país pueda caer en una crisis de credibilidad parecida a Venezuela.