Las normas morales de la conducta de los periodistas conforman su ética. Es claramente convencional. El marco deontológico, la parte de la ética concerniente a los deberes profesionales, varía según cada cultura, leyes y conveniencias.
En algunos países comunistas, por ejemplo, los periodistas que integran gremios oficiales son más leales al gobierno o partido que al público, algo entendible, pues sin mercados libres, de ideas o de comercio, el público no cuenta.
Aquí las obligaciones éticas de un empleado de una empresa periodística, digamos un diario, no son exactamente iguales que las de un articulista o columnista cuya ocupación principal es otra.
Quienes escribimos para la prensa sin ser empleados del medio difícilmente podríamos invitar al dueño a cenar con lo que paga por un mes de diarismo. Nuestra fauna de “comunicólogos” es muy diversa.
Pero celebrar la honradez o excelencia de empleados de diarios que son simultáneamente propietarios de agencias de relaciones públicas es híper-macondiano. Igual que llamar al azul rojo, a la mentira verdad o a lo mediocre superbo…