Premios Nobel de la Paz o cómo algunos ganadores se alejaron de ella

Premios Nobel de la Paz o cómo algunos ganadores se alejaron de ella

Premios Nobel de la Paz o cómo algunos ganadores se alejaron de ella

Abiy Ahmed, Premio Nobel de la Paz 2019.

En 2019 concedieron el premio al primer ministro etíope Abiy Ahmed, y ahora comanda un país donde los ecos de la guerra resuenan de nuevo. Las dudas sobre los criterios de estos premios, que una vez otorgados no se pueden retirar, vuelven a escucharse.

Aung San Suu Kyi fue un símbolo de la lucha por la libertad de Myanmar, antes conocido como Birmania. Pero al llegar al poder muchos se sintieron traicionados y decepcionados con las decisiones de esta líder que no ha hecho lo suficiente para detener las agresiones hacia la minoría étnica rohinyá.

La Comunidad Europea, la Madre Teresa de Calcuta o Barack Obama son otros galardonados en los que las críticas se centran.

En 2019, Abiy Ahmed, el primer ministro de Etiopía, recibió el Premio Nobel de la Paz. El comité noruego decidió otorgárselo por sus “esfuerzos por lograr la paz y la cooperación internacional y, en particular, por su decisiva iniciativa para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea”. También se le felicitó por abrir el país a la democracia, indultar a presos políticos y avanzar en libertad de prensa.

Poco más de un año después, Ahmed lanzó una ofensiva militar sobre la región de Tigray, en el norte del país. El primer ministro y el Gobierno tigré, en manos del Frente de Liberación de Tigray, llevaban meses de relaciones tensas.

Addis Abeba rompió las comunicaciones con la región y, recientemente, anunció de una ofensiva final sobre el territorio. Después de semanas de enfrentamientos, ya son decenas de miles los ciudadanos etíopes que han cruzado a Sudán escapando del conflicto.

Los ecos de la guerra resuenan de nuevo en el país y las dudas sobre los criterios de estos premios, que una vez otorgados no se pueden retirar, vuelven a escucharse.

DE AUNG SAN SUU KYI A HENRY KISSINGER.

Aung San Suu Kyi, líder de facto de Myanmar desde 2016, es otro ejemplo de Nobel de la Paz cuestionado. Desde entonces dirige los Ministerios de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia del país.

Un cargo que no pudo ocupar, a pesar de que lidera la Liga Nacional por la Democracia (LND) y ganó las elecciones, por una ley interna que prohíbe que el Presidente de la nación tenga hijos con pasaporte extranjero y los de Suu Kyi tienen nacionalidad británica.

Suu Kyi fue un símbolo de la lucha por la libertad mientras el país, antes conocido como Birmania, estaba bajo la dictadura militar en pie desde los años sesenta.

Estuvo retenida durante años y en 2010 fue liberada de su último arresto domiciliario, pero fue en 1991 cuando le concedieron el Nobel de la Paz “por su lucha pacífica por la democracia y los derechos humanos”.

Pero al llegar a las instituciones, sin embargo, muchos se sintieron traicionados y decepcionados con las decisiones de la líder birmana.

Las críticas provienen de quienes defienden que Suu Kyi no ha hecho suficiente para detener las agresiones hacia la minoría étnica rohinyá, que en 2017 huyó en masa del país por la represión por parte del ejército.

Uno de los Nobel que más críticas y escepticismo despertó nada más ser otorgado fue el que acabó en manos del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger en 1973, que compartió con su homólogo vietanamita, Le Duc Tho.

Se premió su trabajo para lograr el alto el fuego en la larga y extenuante Guerra de Vietnam, que había comenzado casi 20 años antes. EEUU abandonó la guerra ese mismo año, pero el final vino marcado por la caída de la antigua Saigón, hoy Ho Chi Min, por parte del ejército norvietnamita en 1975. Duc Tho, al contrario de Kissinger, rechazó el premio alegando que en su país no había paz.

Las críticas a la concesión del premio a Kissinger duraron años y estaban ligadas a la violación de derechos humanos durante la contienda. Los cuestionamientos continuaron después de que saliese a la luz su implicación en el golpe de estado en Chile, contra Salvador Allende, que supuso la instauración de una dictadura militar.

DE BARACK OBAMA A LA UNIÓN EUROPEA.

En 2009, Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, cuando llevaba un año al frente del país, recibió el reconocimiento por parte del comité noruego. “Como presidente, ha creado un nuevo clima en la política internacional”, se lee en la página web de la institución.

Obama fue galardonado por sus “extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre pueblos” y su visión “de un mundo sin armas nucleares”.

Obama propició el deshielo en Cuba y participó en el acuerdo nuclear con Irán. Sin embargo, en otros aspectos continuó con una línea más belicista que pacifista. Por ejemplo, incrementó el número de soldados en Afganistán, no cerró, a pesar de haber sido una de sus promesas electorales, Guantánamo y autorizó los ataques de EEUU contra Libia en 2011.

El Nobel concedido en 1979 a la Madre Teresa de Calcuta, canonizada por el Vaticano en 2016, también ha sido blanco de críticas.

Durante años, diferentes voces de diversos ámbitos, como periodistas, voluntarios o médicos, cuestionaron las formas en las que Agnes Gonxha trataba a los enfermos. La acusaron de no ofrecer más que aspirinas o ibruprofeno como cuidado paliativo a pacientes terminales, de mantenerlos en condiciones paupérrimas o de aprovecharse de ellos para impulsar su agenda ultracatólica.

En 2012, el premio cayó en manos de la Unión Europea. Desmond Tutu, Mairead Maguire, y Adolfo Pérez Esquivel, también galardonados, criticaron esta concesión. Los detractores argumentaron que la comunidad política no encajaba en los valores asociados al premio.