A los que llegan tarde, frescos como una lechuga, se les premia. A los que se esfuerzan y cogen estrés por llegar a la hora a que han sido invitados o convocados, se les castiga haciéndoles esperar hasta que lleguen los tardíos.
Esa es la Ley de la Impuntualidad, una de las pocas normas sociales que se cumplen a cabalidad en esta República Dominicana de mis amores.
He escrito y he hablado mucho sobre el tema de la impuntualidad y los males y molestias que ella acarrea, pero cada día que pasa me toca vivir más y más experiencias negativas en esa materia. A la mayoría de la gente le importa un bledo eso de la puntualidad.
¡Qué esperen los demás!, parece ser el lema de los que incurren en ese defecto que no solamente causa justa irritación a los puntuales, sino que genera grandes pérdidas económicas tanto en el área de la administración pública como en el sector privado.
No me doy por vencido, sin embargo. El mal tiene remedio. La solución está en manos de los líderes, empezando por el Presidente de la República (llámese Leonel o Sancho Panza), y siguiendo con los gerentes de empresas privadas, los maestros de escuela, los organizadores de eventos artísticos o deportivos, etcétera.
Son los líderes los que tienen que estar primero en el lugar escogido, y comenzar la actividad de que se trate a la hora en punto señalada, esté quien esté presente, y falte quien falte. De ser así, no transcurrirán ni tres meses sin que los impuntuales aprendan la lección.
Mientras eso no ocurra, nosotros, los puntuales, continuaremos siendo el hazmerreír de los desconsiderados que solo viven para ellos. Y los organizadores de todo tipo de actividades seguirán premiando y privilegiando a los que llegan tarde. ¿Hasta cuándo será?