La Historia de la humanidad está llena de horribles experiencias hijas de los prejuicios y la discriminación racial, religiosa, política o de cualquier otra índole.
Lamentablemente, los avances de la ciencia y el desarrollo económico no han logrado poner fin a tan grave defecto de los seres humanos, y así vemos como todavía hoy muchas personas son despreciadas y rechazadas tan sólo por el color de su piel, por su manera de pensar o por sus creencias religiosas.
Los discriminadores, sin embargo, son cada vez más puestos en evidencia y van quedando rezagados en el camino de la vida, como animales prehistóricos que ya no caben en este mundo.
Una buena lección para esos retrasados lo constituye el caso de la señora Rosenberg, una dama que se sintió desamparada cuando, tarde en la noche, llegó a un lujoso hotel donde no admitían judíos. Ella era judía, pero aún así, llenó su tarjeta para registrarse y alojarse allí.
El recepcionista del hotel simuló que revisaba su computadora y le dijo: Lo siento, no hay cupo. El hotel esta lleno.
Pero mire ese cartel insistió la señora Rosenberg-, allí dice que hay habitaciones disponibles.
El recepcionista decidió entonces ser claro y franco. Mire dijo-, usted sabe bien que no admitimos judíos. Trate en otro hotel .
¿Y si yo le digo -replicó señora- que me he convertido a su religión?.
¿Ah, sí? -le contestó en tono burlón el del hotel-, entonces déjeme hacerle una pequeño prueba: ¿cómo nació Jesús?.
La señora respondió: Nació de la virgen María en el pequeño pueblo de Belén, y nació en un establo, rodeado de animales.
Y, ¿por qué nació en un establo? -insistió el otro, con ganas de molestar.
A lo que, alzando la voz para que todo el mundo la oyera, la señora Rosenberg contestó: ¡Porque algún imbécil recepcionista de un hotel no le dio a esa pobre muchacha judía una habitación para pasar la noche!.
La señora Rosenberg obtuvo su habitación.