Practicar la resiliencia

Practicar la resiliencia

Practicar la resiliencia

Federico Alberto Cuello

¿Qué pasará el día después de que superemos la pandemia? ¿Será entonces el momento de pensar en reactivar el comercio, la inversión y el turismo? ¿No debiéramos, desde ya, ir relanzando este país fértil, frondoso y fascinante, habitado por gente trabajadora, talentosa y tesonera?

La recuperación podrá ser más rápida si desde ya nos reposicionáramos para un mercado mundial cuyos gustos y preferencias habrán cambiado por la pandemia.
En el turismo, por ejemplo, nuestra marca país se fortalecerá si en lo adelante contamos con un sector salud estructurado alrededor de alianzas público-privadas.

Capaz de suplir nuestras necesidades de productos médicos y farmacéuticos.

Comprometido con la respuesta efectiva a las pandemias y demás urgencias sanitarias. Dotado de capacidad en exceso para alojar pacientes regulares y de cuidados intensivos.

Así, el turista que aquí venga, lo hará con la confianza de saber que será bien atendido si se enferma. Y si además cumplimos internamente con los estrictos estándares de sanidad que satisfacen nuestros exportadores de frutas y vegetales, su confianza será aún mayor.

En zonas francas, la producción “justo a tiempo” basada en cadenas de suministros de unos cuantos productores eficientes, confrontaba, antes de la pandemia, fuertes presiones para reunificarse en un solo territorio. Esto habría significado abandonar la división internacional del trabajo repartida en operaciones “off-shore” que tanto nos ha beneficiado.

Lo contrario es el “re-shoring” del populismo antiglobalista. Pero la cuarentena ha dejado claro el riesgo de depender de un solo suplidor para producir justo a tiempo: cualquier interrupción en los suministros conlleva retrasos en las entregas de productos terminados.

Así, nuestros operadores de parques de zonas francas deben atraer y retener contratos con fabricantes de productos que deseen tener redundancia en sus cadenas de suministro. Esto es, suplidores adicionales a los ya existentes.

Sin olvidarse claro que son los servicios prestados a distancia, como los de la informática, los que más están creciendo, los que mejor se remuneran y los que difícilmente puedan ser reemplazados por algoritmos.

Nuestros puertos ya estaban en la mira de inversionistas internacionales deseosos de colaborar con nuestra visión de convertirnos en el centro logístico de las Américas. Sólo esperaban la licitación pública internacional que les permitiera apalancar a los operadores seleccionados. Nada nos impide ir preparando desde ya las bases de la licitación.

La prensa internacional reporta diariamente cómo, en estos tiempos de crisis, los inversionistas con liquidez andan pescando oportunidades.

Nuestros aeropuertos ya son operados privadamente pero, por la caída en los vuelos, sin duda que estarían abiertos a una inyección estratégica de nuevos capitales privados que les permitan mejor sobrellevar los meses que dure la pandemia y recuperarse con aún mayor fortaleza.

Reposicionarnos para después de la crisis nos hace valorar aspectos como la confianza, la redundancia, y las alianzas público-privadas. Porque sin confianza no hay lealtad.

Sin redundancia no hay continuidad. Y sin alianzas público-privadas no hay compromiso de largo plazo.
La práctica diaria de estos valores nos hará más resilientes para los futuros choques que inevitablemente sufriremos, en esta era de perturbaciones continuadas.



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