Por una mejor Policía

El Gobierno ha sacado a la calle a más de un millar de agentes de la Policía Nacional con los que se propone darle un giro a la visión de estos hombres y mujeres acerca de sí mismos y de la institución de la que forman parte, así como a la forma en que la población la valora hasta hoy y se relaciona con ella.
Cambiar a la Policía debe ser una tarea de largo aliento; una maratón, para expresarlo en términos deportivos.
Nadie, ni siquiera los más optimistas, piensan que se trata de una tarea sencilla.
¿Será posible trasformar hábitos casi centenarios en la población de la que se nutre? Nada perdemos con intentarlo.
El presidente Luis Abinader, que entre sus motivos como político siempre ha destacado el de revitalizar la moral de este cuerpo de orden, ha tenido bastante paciencia en la búsqueda de los caminos para concretar esta visión.
Dotarlos como un seguro de buen nivel ha sido uno de los pasos dados en el pasado. Mejorarles el pago, otro.
Hay una ruta más efectiva para la transformación de la Policía: realizar cambios profundos en la parte de la sociedad de la que salen sus agentes.
Esta vía debe ser, sin embargo, bastante más difícil, demandante de recursos y de paciencia, porque la forma de ser y de pensar de población no se cambia con facilidad ni siquiera bajo coerción.
Los objetivos perseguidos al sacar a las calles a estos agentes del orden público —el de mejorar la seguridad de la población y de ganar confianza hacia el cuerpo del que forman parte— son beneficiosos para todos.
Posiblemente nos hacemos un mejor servicio sacando a flote los mejores hábitos de que podamos hacer gala, que apostando a que no darán pie con bola.
¡Apoyemos el esfuerzo!