Escribo este artículo inspirado en el libro “Diversidad e Identidad en República Dominicana” escrito por la Dra. Celsa Albert Batista, profesora de la maestría en Historia Dominicana, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Esta obra toca temas de vital importancia, que marcan pautas y estimulan una cultura de paz basada en valores de respeto a la diversidad en diferentes áreas del vivir cotidiano del pueblo dominicano.
Así, los conceptos de amor, igualdad, tolerancia, fraternidad, solidaridad, honestidad, dignidad, libertad, responsabilidad, humildad, honradez son elementos fundamentales del libro, porque de lo que trata es de fomentar estos valores en el imaginario popular, de modo tal, que puedan contrarrestar los antivalores predominantes de odio, desigualdad, intolerancia, deshonestidad, individualismo, opresión, arrogancia, corrupción, exclusión.
Todo esto se resume en el respeto a la diversidad que representa la existencia de una sociedad que es el resultado del hibrido de tres etnias muy distintas: los pueblos originarios de la isla, el negro africano y el blanco europeo.
Como consecuencia de ese hibridismo étnico surge el sincretismo cultural y religioso característico de la sociedad dominicana.
Ante una sociedad marcada por la diversidad se hace imprescindible que a la presente y futuras generaciones se les inculque una cultura de paz y de identidad con sus valores históricos, que las guie hacia el respeto a las distintas manifestaciones sincréticas y éticas que son referentes tradicionales del pueblo dominicano, las cuales han ido cediendo espacios a la avalancha de anti valores y subculturas impuestas por un mundo cada vez más globalizado e interconectado.
Esto implica elevar la autoestima sobre las características físicas y culturales del pueblo dominicano, erradicando expresiones tan comunes como “pelo malo”, en referencia al pelo crespo, que es mayoritario en la población, o expresiones como “indio”, “jabao”, etc., que son una negación del color multiétnico del pueblo dominicano, que puede ser catalogado mayoritariamente como “mulato”, porque este adjetivo representa con mayor exactitud las características genotípicas más sobresalientes del dominicano, que son la herencia negra africana y la blanca europea, y en una proporción minoritaria, la de los pueblos originarios que poblaban la isla de Santo Domingo a la llegada de los conquistadores españoles.
También, la necesaria valoración positiva de manifestaciones de nuestra herencia etnocultural que han sido declaradas por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, como lo es la zona colonial de Santo Domingo; así como las Expresiones Religiosas y Dancísticas de la Cofradía del Espíritu Santo de los Congós de Villa Mella y la Danza de los Guloyas de San Pedro de Macorís, declaradas por la UNESCO, Patrimonio Mundial de Cultura Inmaterial. De igual modo, el Gaga como expresión cultural de origen haitiano, y los Diablos Cojuelos, los Pintaos, y los Toros Cojuelos, de origen africano.
Al final de su obra la Dra. Albert Batista dice que: “el respeto a la diferencia y a la diversidad es el vector de la convivencia humana, que a la vez constituye el camino más idóneo para construir la paz”.
También refiere que hay que “explicar la unicidad de la especie humana y la diversidad de los grupos que la conforman (negros, blancos, amarillos, etc.) y que “estos a la luz del mestizaje biológico y sincretismo cultural, hacen al planeta multiétnico y multicultural, es decir, diverso”.