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Lo hacían los egipcios, los persas, algunas culturas andinas y muchas otras sociedades alrededor del mundo.
Pero también, eficazmente y de una manera mucho menos laboriosa, lo hace la naturaleza.
Hablamos de la momificación, un proceso por el cual los tejidos blandos del cuerpo se conservan aún después de la muerte.
Cuando nuestro corazón deja de latir, se inicia un proceso de descomposición del cuerpo que hace que finalmente sólo queden los huesos.
Sin embargo, y con más frecuencia de lo que nos imaginamos, en algunas ocasiones se produce lo que se conoce como momificación natural o espontánea.
