
La atracción romántica podría tener raíces más profundas de lo que se pensaba. Un estudio realizado por los psicólogos evolutivos Kaitlyn Harper y Brendan Zietsch, de la Universidad de Queensland (Australia), y difundido por la revista Muy Interesante, sugiere que la preferencia por parejas con características similares no se explica únicamente por factores sociales, sino también por un mecanismo genético.
Publicado en la revista científica Psychological Science, el estudio aporta una nueva perspectiva sobre cómo y por qué tendemos a elegir parejas que se parecen a nosotros.
Un patrón que va más allá de lo social
El fenómeno del apareamiento selectivo —la tendencia a emparejarse con individuos que comparten rasgos físicos o psicológicos— ha sido observado tanto en humanos como en otras especies animales. Hasta ahora, las principales explicaciones apuntaban a la comodidad con lo familiar, la presión cultural o la búsqueda de valores compartidos. Sin embargo, estas teorías no lograban explicar completamente la consistencia de este patrón a lo largo del tiempo y en distintas culturas.

Simulaciones que revelan un patrón espontáneo
Para comprobar su hipótesis, los investigadores desarrollaron simulaciones computacionales con poblaciones virtuales en las que los individuos heredaban tanto rasgos como preferencias. Por ejemplo, una persona alta podía heredar la estatura de uno de sus padres y, al mismo tiempo, la preferencia por parejas altas del otro.
Durante 100 generaciones simuladas, los individuos eligieron pareja en función de estas preferencias, sin influencias sociales ni culturales. El resultado fue revelador: el apareamiento entre individuos con rasgos similares surgió de manera espontánea.
“El modelado basado en agentes nos permitió conectar los puntos. Al simular poblaciones, vimos que el apareamiento selectivo emerge naturalmente sin necesidad de procesos adicionales”, explicó Harper.

Incluso cuando se introdujeron variables más realistas, como la selección relacionada con el número de descendientes, las correlaciones entre rasgos y preferencias persistieron, aunque con menor estabilidad.
Una explicación simple para un fenómeno complejo
El hallazgo destaca por su sencillez y generalidad. El modelo demuestra que el parecido entre parejas puede surgir naturalmente cuando se transmiten conjuntamente los rasgos y las preferencias por esos rasgos, sin necesidad de recurrir a explicaciones sociales complejas.
Además, este mecanismo no se limita a los seres humanos. Según los autores, también podría aplicarse al apareamiento selectivo en otras especies animales, como aves o peces, donde las explicaciones culturales no tienen sentido.
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“Dado que el mecanismo es tan general, también puede explicar el apareamiento selectivo en animales, donde muchas teorías humanas no se aplican”, añadió Harper.
Más allá del aspecto físico
El estudio también plantea que este patrón no se restringe a características físicas. La transmisión conjunta puede incluir rasgos de personalidad o comportamiento. Por ejemplo, una persona extrovertida que herede también una preferencia por personas extrovertidas tenderá a buscar parejas con ese perfil.
Este proceso tiene importantes implicaciones para la genética de poblaciones. El emparejamiento sistemático entre individuos con rasgos similares puede dar lugar a subgrupos genéticos en los que ciertas características se refuercen con el tiempo.

“El valor de este hallazgo radica en su parsimonia: muestra que un fenómeno que ha desconcertado durante décadas puede entenderse mediante una explicación sencilla y evidente”, concluye Harper.
Biología y cultura: una interacción inevitable
Si bien los investigadores subrayan la importancia del componente biológico, no descartan el papel de los factores sociales, culturales y emocionales en la elección de pareja. El estudio no niega su influencia, sino que revela la existencia de un trasfondo genético que predispone nuestras decisiones amorosas de manera, en muchos casos, inevitable.

Este trabajo abre nuevas líneas de investigación en psicología evolutiva y plantea interrogantes sobre cómo ciertos patrones de atracción pueden influir en la diversidad genética de las poblaciones, tanto humanas como animales.
Fuente: Infobae