¿Por qué a los políticos les cuesta tanto decir la verdad?

¿Por qué a los políticos les cuesta tanto decir la verdad?

¿Por qué a los políticos les cuesta tanto decir la verdad?

Los dobleces del discurso político están más expuestos que nunca. En la era de la hiperconectividad, los profesionales de la democracia se muestran permanentemente en los distintos medios de comunicación, y cada cosa que dicen queda registrada.

Así, es mucho más fácil descubrir sus contradicciones, sus inexplicables cambios de opinión y sus francas mentiras. Esto se agrava por la fluidez de la época, en la que es casi imposible que un dirigente permanezca toda su vida en un mismo partido, como podía ocurrir en el pasado. En un contexto marcadamente individualista y personalista, la coherencia se volvió un bien escaso.

 

Estas reglas de juego hacen muy evidente la grieta que hay entre el discurso político y la verdad. Es cada vez más sencillo entrever la distancia entre lo que dicen y lo que piensan los dirigentes. Es casi imposible no ver que sus motivaciones son muy diferentes de las que proclaman.

En la democracia moderna los ciudadanos «gobiernan» por medio de representantes. Para que ese esquema funcione debe haber un contrato ficticio: los políticos profesionales se presentan como servidores públicos desinteresados, que asumen el poder como una carga, no como un beneficio.

Si, en cambio, reconocieran abiertamente que están en política para su provecho personal -lo que sería totalmente admisible en cualquier otra profesión-, ¿cómo podría sostenerse que estamos ante una democracia? Por eso, a representantes y representados les conviene creer, al menos parcialmente, en que ese contrato ficticio se cumple, por más que la realidad suela mostrar algo muy distinto.

«Uno de los principios no dichos, pero sagrado para los líderes políticos, es que deben responsabilizarse de sus seguidores. Un político universalista, para quien fuera igual uno de sus seguidores o un ciudadano cualquiera, tendría muy poco éxito. El estado natural de la política es el clientelismo», explica a Infobae el consultor uruguayo Luis Costa Bonino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de París y director de LCB-Marketing Político.

Es casi imposible encontrar un dirigente que reconozca haber cambiado de estrategia o de partido para mejorar sus probabilidades de obtener cargos públicos para él y para los suyos. Sin embargo, es lo más común.

«Cada día es más habitual contemplar el ejercicio de la política como una alternativa profesional, desvirtuando lo que en realidad debe ser: un servicio temporal a la sociedad. Es posible que si existiera una limitación de mandatos para los cargos, no existiría ese problema. Pero claro, esta limitación tendrían que aprobarla justamente ellos, los políticos profesionales. Por eso no son sinceros. Perderían su puesto de trabajo», dice Rafael Yanes Mesa, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna, España, en diálogo con Infobae.

Esta es una de las principales verdades inconfesables de la política. Uno de esos puntos en los que casi ningún dirigente dice la verdad, porque desnuda lo que realmente es la política para ellos: un medio de vida.

La necesidad de creer

«Nos encontramos en sociedades que están en situación de cambio permanente. En estos contextos de inestabilidad social y política extrema, la gente se refugia en las certezas, que no necesariamente son las verdades», explica Adriana Amado Suárez, doctora en Ciencias Sociales por FLACSO Argentina y especialista en comunicación pública, consultada por Infobae.

«La opinión pública -continúa- suele ser muy conservadora en sus creencias, que muchas veces son falaces. El político, en ese afán de conseguir el beneplácito de la mayor cantidad de gente, apela a la comodidad del sentido común, esa verdad aceptada socialmente en determinado momento, que no significa que sea realmente la verdad».

Aunque parezca contradictorio, el concepto es bastante claro: la volatilidad de este tiempo genera un nivel de incertidumbre sin demasiado parangón con otras épocas. Esto acentúa las contradicciones de los políticos, capaces de defender con vehemencia posturas antitéticas de una semana a otra, si las encuestas les advierten de un cambio en el humor social.

Por:MSM



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