Por la recuperación resiliente

Por la recuperación resiliente

Por la recuperación resiliente

Federico Alberto Cuello

Los carros ya no son lo que eran. Antes se valoraba su tamaño, su metal y su potencia. Ahora importa más su seguridad, su ligereza y su eficiencia.

El cambio se logró con inteligencia: reemplazando materiales, rediseñando interiores y, sobre todo, incorporándoles cada vez más semiconductores y sensores.
Sean de gasolina, gasoil o eléctricos, no hay función del automóvil que escape a los controles electrónicos.

Desde el encendido hasta el frenado, pasando por la aceleración y el aire acondicionado, semiconductores y sensores velan porque todo funcione correctamente.
En la transición hacia los carros eléctricos y de eventual conducción autónoma, será aún mayor el uso de estos componentes.

Su importancia es tal que la industria automotriz pasa por una crisis de identidad. ¿Es su negocio realmente el transporte o se habrá convertido en un apéndice de la electrónica?
La pregunta dejó de ser retórica cuando al comienzo del 2021 fábricas de casi todas las marcas debieron cerrar temporalmente.

La pandemia incrementó la demanda de celulares, computadoras y televisiones para que desde casa niños y adultos trabajen y estudien remotamente. Hasta ahora, ese mercado representa 90% de la demanda de componentes electrónicos. El 10% restante es el de los automóviles, proporción que crecerá irremisiblemente por la transición hacia energías alternativas.

La pandemia aceleró esa transición del lado de la demanda. La recuperación que comenzó en el sector durante septiembre-diciembre 2020 generó más órdenes de carros eléctricos que de híbridos o de convencionales, no sólo por la mayor conciencia consumidora sino también por los subsidios más generosos aplicados en Europa para acelerar la transición, como forma de “reconstruir mejor” (build-back better) después de la crisis.

Salvo quizás por Hyundai en la República de Corea, a todos los demás fabricantes el cambio de la demanda los tomó sin suficientes chips para sus carros, retrasando las entregas entre tres y seis meses.

Lo que hoy vive el sector automotriz ilustra cómo la pandemia acelera el cambio con consecuencias dramáticas para el orden establecido.
Poco importará en breve de dónde salgan o por dónde pasen los combustibles tradicionales. Mucho importa ya dónde se diseñan los chips y más aún dónde se fabrican.

Sólo quedan ya dos países con capacidad de fabricar semiconductores: Taiwán con TSMC y la República de Corea con Samsung. A las demás — se llamen Apple, Audi, Intel o Tesla — no les queda más remedio que subcontratarlas.

Una vez más vemos cómo el mundo se debate entre la eficiencia y la redundancia.
¿Será posible una industria automotriz resiliente cuando depende de sólo dos fabricantes de componentes electrónicos que, a su vez, le asignan apenas 10% de su producción?
En RD las exportaciones de electrónicos crecieron 3% a septiembre de 2020 frente al declive de 9% de las exportaciones totales.

Son el segundo en importancia después de los productos médicos en las zonas francas.
Hora ya de captar la fabricación de esos chips tan apetecidos, para descentralizar sus operaciones y contribuir a la recuperación resiliente de un sector clave de la economía mundial.



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