Muchos eran los dinosaurios que dominaron el planeta por 165 millones de años. Bastó conque un meteorito cayera en el golfo de México para cambiar el clima y extinguirlos para siempre.
Muchos más somos los hombres y mujeres que habitamos hoy el mundo. Tantos, que en apenas 200,000 años no hemos necesitado meteoritos para crear el estado de emergencia climática en que vivimos, con desastres cada vez más intensos y frecuentes.
Más sequías y mayores temperaturas provocan incendios devastadores para bosques y viviendas.
Más huracanes, con vientos cada vez más rápidos, asolan viviendas, negocios e infraestructuras, tanto en el Caribe como en el Pacífico.
Por si fuera poco, las lluvias torrenciales convirtieron en ríos nuestras calles, arrasándolo todo en tres horas de intensos aguaceros, cayendo más agua que la prevista para todo el mes.
Ni Alemania ni Bélgica en 2021 ni Corea ni Paquistán en 2022 pudieron resistir diluvios similares.
Cuatro países con infraestructuras, procedimientos de gestión de desastres y control de inundaciones sufrieron daños millonarios y perdieron cientos de vidas.
Muchos, así, son los que sufren las consecuencias de la acumulación de gases con efecto invernadero que, de seguir como va, elevará las temperaturas en 2.6°C y no en los 1.5°C consignados en el Acuerdo de París del 2015 (https://www.ft.com/content/b1796010-3c8f-4d79-8993-c32255736240).
Consolarnos como tontos sabiendo que no estamos solos al confrontar la emergencia climática no resolverá nada, pues no hacer nada no es opción, sobre todo si sabemos lo que hay que hacer: poner primero la gente.
Ya desde 2018 RD comenzó a trabajar en una estrategia nacional de resiliencia.
Asesorados por la consultoría británica ARUP, el primero de cuatro reportes advertía sobre la vulnerabilidad de nuestras ciudades, frente a los choques y tensiones provocados por “sistemas inadecuados de saneamiento, inundaciones, terremotos, desarrollo urbano descontrolado”, entre otros.
Los siguientes tres reportes están todavía pendientes. Temas urgentes como las elecciones y la pandemia postergaron lo importante de prepararse para la resiliencia que necesita la gente para sobrevivir la emergencia climática.
Poner primero la gente demanda construir un país resiliente a los desastres naturales.
Dotado de una administración pública que prevenga los desastres, que mitigue sus efectos y que responda ante sus daños.
Capaz de hacer suyos los diagnósticos y ejecutarlos cabalmente, gane quien gane las elecciones, con o sin el apoyo de consultores, organismos internacionales y países hermanos.
Posiblemente en Egipto la COP 27 acuerde financiar la adaptación a la emergencia climática. La ONU ha pedido ya US$340 mil millones para ello (https://www.ft.com/content/77c055f4-8d6e-4649 -8f8f-cfc5559a77d9).
Pero como pasó con las vacunas del COVID, no podemos esperar a los demás para poner primero la gente.
Esa vez fuimos capaces de pagarlas por adelantado sin apoyo del COVAX de la OMS. No nos hagamos ilusiones ahora tampoco.
Por más que haya fondos de adaptación, contamos con legislación para actuar en situaciones de emergencia y mecanismos probados para el trabajo bilateral con socios experimentados.
Activémoslos sin más demora para poner primero la gente y construir ese país resiliente que nos permita evitar el destino de los dinosaurios.