Los periodistas no están exentos de tener sus simpatías políticas e incluso militancia partidaria y hacer periodismo decente y de calidad. Aquellos activistas sociales, que firman comunicados, que van a marchas y concentraciones promoviendo una causa, se encuentran en la misma situación que los primeros, sólo que en aceras diferentes.
Tienen el mismo riesgo o las mismas virtudes porque el ser humano difícilmente puede sustraerse de simpatías o compromisos.
Lo que sí es exigible a un periodista es que sus simpatías o militancias no se contrapongan con el respeto a la técnica y la ética profesional del periodista.
En la actualidad hay una grave confusión sobre quiénes ejercen el periodismo y quiénes simplemente son usuarios de los medios de comunicación de masas.
La población reclama al periodismo que le comparta contenidos útiles para la toma de decisiones o mejorar su calidad de vida.
El preámbulo viene a cuenta por el fenómeno de la desinformación que toma cuerpo a medida que se acerca el día de las elecciones.
El mejor antídoto contra esa malsana praxis es la información correcta y oportuna.
Pero también la población tiene que hacer el ejercicio de distinguir quiénes suplen informaciones confiables.
El que ejerce el periodismo con responsabilidad sabrá sobreponer el respeto a la técnica periodística sobre sus simpatías particulares.
Confíe en las personas o empresas cuyo principal activo sea la credibilidad, especialmente en esta etapa del proceso electoral.