En la campaña electoral del 2012 los candidatos dominicanos pasaron de tener presencia en redes sociales -estar ahí por entender que era una moda del momento que de alguna manera podría darles visibilidad pero no incidir en el resultado de los comicios- a crear y postear contenido temático, pensado y planificado para definir y fortalecer la imagen del candidato, pero sobre todo, para informar sobre el día a día del proyecto político.
En ese año, República Dominicana contaba en Facebook con tan solo con 3.2 millones de usuarios, aproximadamente, mientras que Twitter alcanzaba un millón, de los cuales solo el 380 mil se consideraban activos; Instagram tenía menos de dos años de edad, era muy poco conocida en el país, por lo que no se tienen estadísticas de ese periodo.
Para ese momento los especialistas dominicanos en Social Media como Manuel Ventura decían que la tendencia era orientar la estrategia en redes sociales hacia la creación de contenido de valor para los usuarios con el propósito de conectar, ganar y retener seguidores en estos medios, y así lo hicieron muchos políticos con buenos resultados, pero no era suficiente.
En ese mismo periodo la tendencia mostraba a una ciudadanía más activa, que empezaba a empoderarse de los mensajes difundidos, pero sobre todo, que se revelaba contra ese monólogo que los políticos pensaban que podían traer de los medios tradicionales e instalarlo en las redes sociales sin encontrar la resistencia y la contestación de los electores a temas a los cuales solo ellos pensaron que tenían respuestas.
Todo ese “ruido social” generado por ciudadanos empoderados y conectados, ahora de forma directa y pública con los candidatos, les obligó a girar su estrategia hacia los electores: ahora había que escucharlos, tomarlos en cuenta y que el contenido a publicar girara en torno al qué, cómo, cuándo y al dónde de sus vidas.
Mientras tanto, en Estados Unidos, punto de referencia política para el resto de América, aunque no lo modelemos del todo, la tendencia se movía en otro sentido. Y es que si Google en 2008 pudo predecir la propagación de la gripe invernal en ese país tomando 50 millones de términos de búsqueda en Internet y lo comparó con datos del Centro de Control de Enfermedades, ¿quién en su sano juicio no pensaría que en algún momento la política no haría benchmarking para aplicar el Big data a sus objetivos electorales?
La campaña digital de Obama en 2008 no logró el éxito por estar en redes sociales con un contenido informativo, lo hizo por la gestión de la data, primero, para saber dónde estaban los electores, y segundo, cuáles temas eran de su interés y a través de cuales medios, ¿resultados? 13 millones de personas interesadas en recibir información sobre su campaña por correo electrónico, cuatro millones de inscritos para dar seguimiento a la candidatura vía SMS (mensajes por el celular) y más de cinco millones de amigos en redes sociales, al menos en las de ese momento.
La tendencia de hoy para las próximas elecciones las marcó Donald Trump y Cambridge Analytica con la utilización de información no solo de las redes sociales, sino de la web en sentido general, para predecir comportamientos, construir mensajes y difundirlos con una segmentación casi perfecta a los electores a través de múltiples plataformas, y así hacerle honor a la principal característica que tienen las campañas ganadoras, un discurso empático, ajustado a las expectativas de los electores.