De acuerdo con el anuncio de ayer del presidente Luis Abinader en la sede del Ministerio de Defensa, los cuerpos armados, incluida la Policía Nacional, cuentan ahora con una plataforma tecnológica para darle seguimiento al delito.
Pero no es sólo con una plataforma con lo que cuentan militares y los policías, tienen también a su disposición equipos con los que pueden darle seguimiento desde la calle a los ciudadanos y acceder a información sobre su identidad sin la necesidad de realizar una detención.
Uno de los niveles de información disponible es el de la identidad del conductor de un vehículo de motor, o por lo menos de la persona a nombre de la que se encuentra registrado. Algo de esto era posible hasta ahora con ciertas limitaciones, pero al pasar a ser de uso generalizado por parte de policías, surge la inevitable pregunta sobre la calidad moral de aquellos a quienes se les ha entregado un arma de fuego para usarla como instrumento de autoridad, la autoridad misma con que los inviste su condición, y ahora se les da tecnologías modernas para su uso desde las calles.
Todos estamos a cargo, es de suponer, de las grietas morales de una parte importante de quienes se “enganchan” en los cuerpos armados, evidentes en escándalos que salen a la luz de manera periódica con simples agentes como protagonistas de hechos reprobables, hasta altos oficiales con formación académica.
Una entidad bautizada Dican, que operaba como parte de la Policía, debió ser disuelta el año pasado, no por duplicidad o competencia con la función de la DNCD, sino por efectos de las grietas morales. Igual puede ser un referente, aunque un poco más lejano, la participación de parte de una promoción de la Armada en el caso Paya.
En algún momento, sin dudas, habrá que depurar a los policías, o ellos también deberán ser vigilados.